2-En marcha

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Bajé del auto y me dirigí cauteloso hacia la casa. Escuché sus voces, la felicidad afloraba en ellos. Me resultaba agradable saber lo fácil que les era poder llegar a perder aquella grata felicidad, y todo a causa mía. La sola idea me impedía sentir compasión en lo más mínimo, en su lugar, una gran sensación de adrenalina se apoderaba de mi cuerpo y de mi mente, creciendo entre cada visita nocturna, hasta tal punto de estallar como una bomba durante sus últimos segundos; sin darles oportunidad siquiera a reaccionar.

Escuché algunos fragmentos entrecortados y poco claros de su conversación, a lo lejos, alcancé a visualizar que tendrían una cena romántica, había un par de velas iluminando el cuarto. Sobre la mesa, un par de copas, platos, cubiertos y una charola lustrosa, que contenía trozos de una plácida cena fingida y sobreactuada, todo estaba preparado. Me pregunté quién lo habría organizado. La mujer parecía disfrutar de este tipo de eventos, una fanática de los cuentos de amor, y el hombre, era un tipo que a mi parecer fingía... tanto o más que yo.

Tomaron asiento, Alexander comportándose como todo un caballero, la besó y le susurró al oído—: Alizee, sé que imaginas lo que diré, pero... quería que fuera todo tan especial.

—Lo es, lo es siempre que estoy contigo —se besaron nuevamente.

Bastante enfermizo, a decir verdad.

Alexander se levantó, sacó una muy pequeña y elegante caja negra de su bolsillo y dirigiéndose hacia ella, se situó frente a sus rodillas; la tomó de la mano y mirándola con sinceridad disfrazada, le confesó el grandísimo amor que sentía por ella, aunando a su verborrea un par de cosas más que no alcancé a percibir. La mujer estaba emocionada, le había pedido matrimonio... Sin duda, le dio el sí.

Su emoción fue tanta que se abalanzó sobre él, provocando que ambos cayeran al piso. No lo podía creer, lo estaban haciendo sobre la alfombra. Aún ni cenaban. Tenía tantas ganas de vomitar que el estómago me dio una fuerte arcada.

Su dicha era enorme, lo que ellos no sabían era que en un par de días su felicidad llegaría a su fin, casi tan rápido como había llegado. Ese era el problema de la humanidad, apostar todos sus movimientos en un evento banal, carente de sentido y efímero, visto desde cualquier perspectiva. Cegados por el amor.

Estuve investigando después de lo que Andrew me había revelado sobre su hermano, y en efecto: Alexander había asesinado a su mejor amigo ¿por qué? Porque estaba celoso. Aquella tarde lo había visto con su novia —ahora su ex—. No le pidió ninguna explicación a pesar de solo ser amigos, terminó con ella por la mañana y en la noche, fue a por él. El chico se encontraba con Andrew a mitad de una celebración futbolera, Alexander los sacó de allí interrumpiendo su noche de jarana, con la única intención de cumplir con su objetivo: asesinarle. Además, sabía que su hermano no diría nada o eso fue lo que él creyó.

Para ser su primera vez lo hizo bien, lástima que la situación hubiera llegado a mis oídos.

Dentro de mi peculiaridad no estaba el ser un asesino que matase a cualquiera que se me cruzara por el camino, no mataba sin razón, apropiándome de la vida de los inocuos. No. Mi caso era distinto, asesinaba a los homicidas, a las personas que tomaban la vida de inocentes, a los que mataban sin razón justificada para mí y mi código. Cuando mi padre supo lo que yo era, me lo dijo. Hizo que le prometiera que así lo haría. El peso de culpabilidad tras haber engendrado a un monstruo, y su poca presencia en la familia, fue quizás, lo que le hizo hacérmelo jurar. Odiaba el tema en todos los sentidos posibles, siendo esa la mejor manera que había encontrado para aminorar el problema. Fuera así o no, se convirtió en mi código.

BUENAS NOCHES QUERIDA #1 (Serie Caden)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora