CAPÍTULO 13.

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El sonido de unos tacones impactando contra el suelo atrajo la atención de Derek, quien se encontraba sentado en la misma silla desde hace tres semanas. Atraído por el sonido de éstos, el Alfa levantó la mirada del suelo para posarlo sobre la mujer que tímidamente se acercaba hacia él con una carta y una canasta de regalo entre las manos.

Su ceño se frunció al descubrir que era Jennifer, la profesora que él había salvado la noche en que Cora y Boyd habían sido encerrados en la misma habitación que ella durante la luna llena.

―Hola ―saludó suavemente la mujer con una triste sonrisa―. No sé si te acuerd...

―Jennifer. La profesora.

La mujer elevó las comisuras de sus labios lentamente a la vez que bajaba su mirada, sonrojada.

―Soy profesora de Sarah ―explicó, sintiéndose prontamente avergonzada tras la indagadora mirada de Derek al cuestionarse qué hacía ella allí―. Hace unos días nos enteramos de lo que le sucedió. Los alumnos le hicieron esta canasta y una tarjeta de recuperación para cuando ella despierte. Quise venir a entregarla yo misma.

El hombre lobo miró los objetos que la mujer traía en su mano, evidencias de que decía la verdad.

―Gracias ―asintió agradecido y luego bajó rápidamente su mirada.

―Quería decirte que lo lamento ―volvió a hablar Jennifer, intentando controlar sus nervios al estar frente a Derek. Su rostro reflejaba sincera tristeza―. Lamento lo que ocurrió a Sarah. Sé que es tu hija, y aunque yo no sea madre, creo entender el dolor por el que debes estar pasando. Espero que ella se mejore.

Derek nuevamente le asintió, e implícitamente la invitó a sentarse. 

Había algo detrás de aquella maestra de inglés que, desde la noche de luna llena, consiguió atrapar al Alfa. Tal vez su semblante tímido, la forma en que su corazón se aceleraba cada que su mirada caía sobre ella o el rubor esparcirse en sus mejillas para luego temblorosamente sus labios curvar una sonrisa

La gente solía llamarle magnetismo o, mejor dicho, química. La misma que años atrás había sepultado para no conocer más, y hoy parecía recobrar vida de entre las cenizas.

Ninguno era consciente de lo que esa tarde sucedía.

Dentro de la habitación 105, Sarah poco a poco se removía en la camilla. Sus ojos comenzaban a abrirse y lo primero que percibió fue un brillo borroso que con los segundos desapareció.

Habitación blanca, camilla enorme, monitor de signos vitales, bata gigante y blanca. 

«Estoy en el hospital».

Sarah intentó pedir ayuda a alguien, pero rápidamente descubrió que su boca estaba reseca como si no hubiese tomado agua en días.

Sus ojos azules se movían incesantemente por toda la habitación buscando recordar qué había sucedido, o cómo había terminado allí, pero su cabeza le dolía enormemente, obligándola a no querer pensar.

➋𝐑𝐮𝐧𝐧𝐢𝐧𝐠 𝐖𝐢𝐭𝐡 𝐓𝐡𝐞 𝐖𝐨𝐥𝐯𝐞𝐬╢𝐅𝐑𝐀𝐆𝐈𝐋𝐄 𝐓𝐄𝐄𝐍 𝐖𝐎𝐋𝐅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora