CAPÍTULO 23.

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Sarah tamborileaba sus dedos con nerviosismo sobre la mesa de la cafetería a la que Derek había decidido llevarla a desayunar, permitiéndole por ese día faltar a la escuela.

Sus ojos viajaban ansiosos por todas partes, ignorando frente a ella la silla vacía de Derek, quien estaba en el mesón de atención pidiendo algo para comer.

Su corazón latía más rápido de lo normal, mucho más rápido, y eso era algo que no podía controlar o evitar.

Vagando con su mirada por el resto de las mesas ocupadas, notó como varias parejas y familias asistían a ese lugar.

Una pequeña imagen comprimió su pecho en una punzada dolorosa: una familia; padre, madre e hija tomaban desayuno entre risas mientras que la pequeña se esforzaba por no manchar su rostro y ropa de helado.

¿Dolía? Sí. Básicamente porque sus todas memorias estaban vacías de recuerdos así.

Su madre la había abandonado cuando era pequeña sin explicación alguna, demasiado pequeña como para tan siquiera recordarla, ¿Y Clay? Bueno, él jamás fue un padre de verdad con ella.

No obstante, eso no era lo que más le dolía de estar allí, en una cafetería, sino lo que ese simple gesto significaba en verdad: amor y preocupación.

Cuando Sarah había cumplido doce años, Clay ya no le compraba nada para comer, dejando así de alimentarla a tan corta edad.

Por un tiempo, Sarah había pensado que eso había significado un castigo de él, tal vez producto de estar enojado por algo que ella había hecho, pero no. Esa vez, sea cual sea que haya sido su transgresión, Sarah pensó que tal era su culpa ya no merecer ser alimentada.

Y a partir de allí todo empeoró.

Sus paradas en el hospital se habían vuelto cada vez más frecuentes desde que Clay, dedicando casi todo su dinero a su propia existencia, la casa y el alcohol, había dejado de lado las necesidades primarias de Sarah.

"Anoréxica" le tachaban en el hospital luego de las incontables veces que había caído ahí producto de los desmayos repentinos que le daban, creciendo como furor de cotilleo entre las enfermeras, quienes le juzgaban con la mirada sin siquiera conocerla en verdad.

Aquellos recuerdos arremetían con mayor fuerza a la morena, quien recordando a la señora Robin, su vecina viuda de en frente de sesenta años que había perdido a su hija en un accidente automovilístico, solía alimentarla a escondidas de su padre. Eso hasta que unos años después murió.

Entonces, Sarah se las arregló como pudo, juntando dinero de trabajos esporádicos como hacer las compras de la gente, cortar el césped, sacar la nieve de las entradas, cuidar niños, etc. 

Para ese entonces, esa era su mejor idea para comprar comida y esconderla bajo una madera, en su escondite secreto cada que necesitara comer.

Dicen que la sobrevivencia es un instinto humano tan fuerte que es imposible ignorarlo, y aún por sobre todas las necesidades y caprichos, el comer es la necesidad primordial del hombre seguida del sueño. 

➋𝐑𝐮𝐧𝐧𝐢𝐧𝐠 𝐖𝐢𝐭𝐡 𝐓𝐡𝐞 𝐖𝐨𝐥𝐯𝐞𝐬╢𝐅𝐑𝐀𝐆𝐈𝐋𝐄 𝐓𝐄𝐄𝐍 𝐖𝐎𝐋𝐅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora