SINOPSIS:
Ahora que la vida de Sarah ha cambiado, es momento de que aprenda a adecuarse a lo que vive entre las penumbras de Beacon Hills.
Iniciando una nueva vida, sin mentiras ni secretos, descubrirá una parte de ella que llevaba mucho tiempo ocu...
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Advertencia: El capítulo a continuación contiene algunas escenas o diálogos que pueden no ser del agrado de todos.
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Sarah iba sentada en el autobús a un lado de Isaac.
Abrazándose a sí misma y sintiendo lo gigante que le quedaba la camiseta que su novio le había dado, recostó su cabeza en su hombro intentando ahuyentar los pensamientos sobre Derek que insistían en ser tomados en cuenta.
Inmediatamente un dolor se instalaba en su cabeza y en su cuerpo. No era para menos.
Después de la pelea con los Alfas, la mordida de los gemelos, el castigo de Deucalion y el choque en el camaro, salir sin una pizca de dolor hubiese sido imposible.
Y ¿Qué le dolía más? Su pecho; Aquel inmenso, agobiante y expansivo vacío que se extendía por ella, recordándole que la muerte de su padre había sido real.
La mente de la morena aún divagaba en ello, implorando porque tarde o temprano se despertase de aquella horrible pesadilla que no parecía querer dejarla ir.
Sin embargo, el dolor de las heridas le recordaban que no estaba soñando y la obligaban a pensar en lo frágil que es el límite de la vida y la muerte.
Su mano sostenía su celular, el cual era bastante impresionante que después de aquel choque continuase en una sola pieza, y aún más sorprendente, con batería suficiente para entretenerla en ese minuto.
Presionaba una y otra vez la tecla de llamar al contacto de Derek.
¿Intentaba contactarse con él en el más allá? ¡No! Una parte de la morena anhelaba que su padre estuviese con vida, y como si hubiese sobrevivido a aquella fatídica caída, Sarah tenía fe en que él le contestaría su llamada diciéndole que estaba bien y que tomara un taxi para regresar a casa y abrazarla.
Así de sencillo, las ganas de lastimarse a sí misma crecían en Sarah al sentirse el ser humano más estúpido y miserable de todo el universo cuando todo aquel amor filial, que yacía escondido en ella todos esos meses por temor, aparecía ahora cuando él ya estaba muerto.
