EPÍLOGO.

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La camioneta de Derek se estacionó justo en frente de la escuela, apagando el motor de esta y, por ende, también a la turba de pensamientos en la cabeza de la morena.

Fue un largo camino hasta allí, sentada en el asiento del copiloto y con el cinturón de seguridad como la única contención.

No resultaba ser sorpresa para ninguno de los hombres lobos en aquel auto que ella estuviese nerviosa al tener que entrar en la escuela, así como tampoco lo fue la manera en que abrió los ojos de par en par como quien se enfrenta a la recta final con la muerte.

En ese caso, el frontis de la escuela era su recta final, y Scott con Isaac la muerte.

Su corazón latió arrítmicamente, y todos los lobos compartieron una mirada entre ellos al saber qué estaba pasándole a la chica.

―Pasaré a firmar las retiradas a la oficina del director. ¿Bajarás conmigo? ―preguntó Derek, intentando disimular su interés en el estado de ánimo de su hija.

Inmediatamente, la adolescente le entregó lo que pretendía ser una descuidada mirada, y supo que falló en su intento cuando le vio preocupado.

No le contestó, verbalmente no al menos. Con un temeroso asentimiento de su cabeza, Sarah retiró el cinturón de su cuerpo y bajó junto a su padre rumbo a la escuela.

Desde el asiento trasero, Cora los seguía con la mirada como si estuviese sintonizando su telenovela favorita de la tarde.

Y la morena sólo caminó, entreteniéndose en contar los pasos que daba para eliminar la ansiedad que sentía.

«Cincuenta y cinco, cincuenta y seis, cincuenta y sie... ¡Ou! No, cincuenta y seis».

Sarah alzó su mirada apenas sintió que había chocado contra alguien, y no disimuló su sorpresa al ver un par de ojos verdes mirarle con estupor.

―Oh, Lydia, hol... ―Y antes de que pudiese terminar su oración, la pelirroja la abrazó con desespero.

Dubitativa, ella rodeó a su amiga con sus brazos y se dejó mecer de izquierda a derecha como si fuese un bebé.

―Eres una mala amiga, ¡Muy mala amiga! ―escupió con molestia Lydia, sin soltarla de esa trampa mortal que denominaba abrazo―. ¿No pudiste llamarme anoche para decirme que estabas bien? Me tuve que enterar por la Sra. McCall cuando Scott se lo contó al regresar a su casa.

E inmediatamente, una presión se instaló en el pecho de la chica al oír su nombre.

«Scott».

―Sí... Lo siento tanto.

―Estabas en estado de shock, lo sé ―asintió, separándose de su amiga para verla mejor―. Me tenías preocupada.

―¿Preocupada? ―Frunció su ceño antes de leer la situación en el rostro de la pelirroja―. Tú... ¿Tú sabes lo que pasó?

―Sí ―Formó una mueca de tristeza que Sarah siguió―. No me vendrás con tus idioteces de culpa, y si es así, date la vuelta y vuelve a entrar por esa puerta.

➋𝐑𝐮𝐧𝐧𝐢𝐧𝐠 𝐖𝐢𝐭𝐡 𝐓𝐡𝐞 𝐖𝐨𝐥𝐯𝐞𝐬╢𝐅𝐑𝐀𝐆𝐈𝐋𝐄 𝐓𝐄𝐄𝐍 𝐖𝐎𝐋𝐅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora