04| Shambles

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CAPÍTULO CUATRO: shambles

CAPÍTULO CUATRO: shambles

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Venus

No llevaba la cuenta exacta de cuánto tiempo había estado encerrada en el vagón, pero según mis cálculos, habían pasado al menos dos semanas.
Eran días y noches llenos de miedo e  incertidumbre, sin mencionar que nos estaban matando de hambre y sed. Cada tres días nos arrojaban un cuenco con panes y unos botellones de agua que debíamos racionar perfectamente entre quince personas.
También nos habían quitado horas de sueño, pues no podíamos pegar los ojos más de unos minutos antes de que nos despertaran gritos desconsolados de personas rogando por ayuda. Estaba más exhausta que cuando pasaba horas caminando por el bosque.

De todas maneras, teníamos un plan en puerta. Sabíamos que ellos vendrían por mi, porque Gareth me había dado un plazo y en cualquier momento vencería, así que eso haríamos, esperar. Cuando intentaran algo, los atacaríamos con las armas que estábamos improvisando: trozos de madera afilados, puños de pelea hechos con hebillas de cinturones y unas cuantas varillas de metal que los demás extrajeron de las paredes.
Rick tenía razón. Se habían metido con las personas incorrectas.

No estaba en mi zona de confort, definitivamente. Rodeada de gente que compartía recuerdos y se consideraba "familia" entre ellos, me sentía aún más sola.
Había hablado con unos cuantos pero aún así me sentía muy fuera de lugar. Maggie era una mujer muy dulce, de ojos claros y cabello corto; aún en la profunda oscuridad lucía hermosa y estaba acompañada de su esposo, Glenn, asiático y con un gran amor por la vida, bastante optimista para mi gusto. Estaba también Abraham Ford, un ex-militar con un bigote exuberante que me recordaba mucho a Santa Claus. Abraham me causaba mucha intriga, pero no me intimidaba en lo absoluto, a pesar de ser de carácter fuerte y una apariencia bastante ruda, como su compañera —algo me decía que entre ellos hay historia—, Rosita. Estos dos cumplían una misión cuando encontraron a Glenn, que buscaba a Maggie y extrañamente todos se encontraron en éste lugar.

Aún estaba intentando deshacer los nudos para entender la historia de ese grupo. No hablaban mucho conmigo y no parecían interesarse mucho en mi, sin embargo eso me hacía sentir mejor, porque yo nunca tuve muchos amigos.
Inclusive las personas con las que había llegado parecían evitarme. Carl intentó acercarse a mi más de una ocasión, pero cuando creía que iba a atreverse a hablar conmigo, giraba sobre sus talones y se ocupaba en algo más. Se la pasaban hablando de ir a Washington, pues Abraham y Rosita llevaban consigo a Eugene, un chico regordete y con un peinado extraño que aseguraba tener la cura para el virus que convertía a las personas en muertos vivientes. Eugene se rehusaba a contarle a alguien sobre ello y yo juraba que era un mentiroso.
Y pese a todas las cosas que estaban pasando a mi alrededor, Freddie y mi madre estaban muy presentes en mi cabeza los últimos días. Estar rodeada de personas que se querían me hacía añorar demasiado las muestras de cariño que me daban.

Isle of Flightless Birds| Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora