16| Fear

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CAPÍTULO DIECISEIS: fear

CAPÍTULO DIECISEIS: fear

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Venus

Desperté a mitad de la noche entre gritos.
En mi sueño, Noah me miraba fijamente mientras le arrancaban la carne de los huesos. Gritaba que era mi culpa.

Me consolé a mi misma entre hipidos, intentando recuperar el ritmo normal de mis respiraciones y latidos. Estaba sola, pero por primera vez no deseé estar con alguien. Seguramente lucía ridícula, empapada en sudor y con el pelo desordenado, llena de banditas que cubrían raspones de mi rostro y manos, con una venda ajustada en la muñeca.
Parpadeé para que mis ojos se adaptaran a la oscuridad y me examiné el brazo. No recordaba haberme dañado con algo que necesitara un vendaje tan extraño, y era raro que a duras penas me hubiera dado cuenta, pero había pasado la tarde contándole a Deanna cómo habían ocurrido las cosas antes de que me dejara descansar.

Tanteé la pared para encender el interruptor. Tara seguía inconsciente, en la cama frente a mi; el lugar estaba lleno de flores que casi cada integrante de nuestro grupo se había cerciorado de traer para nosotras y los colores le alumbraban el rostro, contraído en una mueca de dolor.
Cuidadosamente comencé a deshacerme de mi vendaje y tuve que cubrir mi boca para no soltar un grito de terror: en mi muñeca estaba tatuada una fea marca, podían distinguirse siluetas de dedos, de la mano de Noah que intentó desesperadamente aferrarse a mi.

Sin poder evitarlo, comencé a llorar con fuerza. Me maldije una y mil veces, dejando que el sufrimiento ganara la batalla interna que estaba teniendo. Pronto la habitación empezó a dar vueltas y a sumergirme en un ambiente lleno de miseria. Corrí fuera del lugar, sin saber a dónde me dirigían mis piernas.
¿Era cierto que aún había esperanza a pesar de que el mundo se empeñara en demostrarte lo contrario? En el pecho sentía un vacío, un sentimiento de desasosiego que me dejaba sin aire. Lo que le dije a Carl era cierto, las personas a las que me acercaba terminaban dañadas.

Pronto estaba frente al muro por el que vi a Enid escalar unos días atrás. ¿Qué pasaría si me iba para siempre? Si me alejaba de ellos, se sentirían inquietos un par de días, pero después todo estaría bien. Era una bomba de tiempo. No podía ser coincidencia todo lo malo que ocurría estando yo al rededor.

Grité, cayendo de rodillas al suelo, sintiéndome derrotada y muerta de miedo. Mis sollozos se mezclaron con un suave canto, un ave estaba cerca. Recorrí el lugar con la mirada, encontrándome un pequeño jilguero brincoteando en el suelo. Me estaba mirando, con su pequeña cabeza ladeada, intentando comprender mis sentimientos.
— ¿Qué haces ahí? —murmuré con voz trémula—. ¿Por qué no vuelas?

Intentó escapar de mis manos una vez que lo sostuve, pero tenía un ala rota. Estaba desamparado, a expensas de ser presa de cualquiera, porque era un pájaro que no podía volar, como todos nosotros.
Decidí hacerme cargo de él, y me hice una promesa: cuando se recuperara y pudiera volar, yo me iría con él.

Isle of Flightless Birds| Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora