06| Fear

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CAPÍTULO SEIS: fear

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Venus

Tenía miedo de que las cosas siguieran el mismo rumbo que en Terminus, pero lo dejé pasar. Gabriel era solo uno, al fin de cuentas. Además, y no era por dármelas de profesional, pero podría hacerlo pedazos en un segundo, y con los ojos cerrados.

Rick y el resto del grupo de búsqueda llegaron a la iglesia con latas y latas de comida, de tan solo verla, las tripas me rugieron y mi sonrisa se ensanchó aún el doble.
Hubiese corrido hacia ellos, pero el aroma que emanaban sus ropas era asqueroso, y eso era mucho decir, porque el olor a carne descompuesta era cosa de diario. Estaban cubiertos de agua podrida desde los pies a la cintura y llevaban la cara llena de mugre.

— Huelen horrible —musité, llevándome una mano a la nariz—. Pero, al parecer es nuestro día de suerte, porque encontramos una casa con agua y ustedes necesitan tomar una ducha cuanto antes.

— ¿Encontramos? —cuestionó el líder con una ceja elevada.

— Sí, Carl y yo. También estuvimos explorando el lugar.

Y caí en cuenta lo que sugerían cuando todos comenzaron a reír; la sangre se me subió a las mejillas. Con que así se sentía querer desaparecer de la faz de la tierra.

— Estuviste ocupado, eh Carl —insinuó Glenn. Le miré por el rabillo del ojo fruncir el ceño y pedirle al asiático que se callara. Después se dirigió a mi sin dejar de reír—. Sólo bromeo Venus, deberías acostumbrarte.

Me obligué a sonreírle aunque, sinceramente, hubiese preferido darle un puñetazo.

El líder nos propuso ir a tomar una ducha antes de cenar.
Me encargué de llenar uno de los contenedores en los que cargaban la comida para darle una ducha a Judith, que revoloteaba sus manos en el agua sin parar y lograba captar la atención de todos los que pasaban por ese lugar para darse un rápido baño de menos de cinco minutos; Carl se quedó mirándonos más de la cuenta, sus ojos viajando de su hermana a mi y quedándose un poco más en mi rostro que en el de la bebé. Tanta insistencia de su parte me mantuvo el rubor en la cara hasta que llegó mi turno y él se encargó de cuidarla.
Cuando acabé mi ducha, utilicé la ropa que había hallado y conservado como botín, una remera verde militar ajustada y un pantalón negro entallado. Gracias al cielo también había conseguido calcetines nuevos y me deshice de los que llevaba puestos —llenos de huecos—, junto con la demás ropa, sucia, desgarbada y llena de sangre.

Mi herida iba mejorando. Maggie se tomó el tiempo de revisarla y limpiarla, estaba segura que intentaba acercarse y eso me levantó el ánimo para sentarme a charlar con ella mientras tomábamos la cena. Me habló de su padre veterinario, de su hermana Beth y de lo que ocurrió en la prisión, mucho antes de Terminus. Después, Glenn se unió a nosotras envolviéndola con sus brazos por la espalda, pues supongo, vio a su esposa afligida.

Isle of Flightless Birds| Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora