11| Alexandria

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CAPÍTULO ONCE: Alexandria

CAPÍTULO ONCE: Alexandria

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Venus

El viaje en automóvil camino a Alexandria fue muy silencioso. Sin embargo, me sentía tranquila, como no creí sentirme en mucho tiempo.
Judith jugueteaba en mi regazo, moviéndome las trenzas en las que llevaba recogido el pelo. Y tal vez Carl creyó que no me percataba de la manera en la que nos miraba, porque no dejó de hacerlo durante todo el trayecto.

Unas enormes puertas de metal nos avisaron que habíamos llegado a la comunidad, y el estómago me subió a la garganta mientras los nervios me comían la cabeza. La caravana en la que venía el resto del grupo aparcó y todos se apearon. Rick nos miró uno a uno y sus labios, escondidos entre la espesa barba que le adornaba el rostro, se contrajeron en una sonrisa sincera antes de asentir para que nos uniéramos a ellos.

Un hombre de aspecto cuidado abrió las puertas justo en el momento en el que una zarigüeya nos sobresaltó y nos pusimos en guardia. Daryl atravesó al animal con una flecha y después la tomó para alzarla en el aire.
— Trajimos la cena —dijo.

Escondí una sonrisa y desvíe la mirada cuando el arquero dirigió su vista hacia mi; me hice lo más lejos que pude de él.

El hombre nos miró escéptico y Aaron se adelantó para pedirle que nos dejara pasar. Rick me quitó a su hija de las manos y me obsequió un apretón en el hombro.

— Antes de avanzar, tienen que entregar sus armas —habló el alexandriano por primera vez. Ante nuestra nula respuesta, se aclaró la garganta—. Si desean quedarse, deben entregarlas.

Cambié el peso a mi otra pierna y no pude evitar dejar escapar un bufido. El hombre me miró como si lo hubiese ofendido.

— No sabemos si deseamos quedarnos —contestó Rick, avanzando hasta poder encararlo—. Si tuviéramos la intención de usarlas, ya lo hubiéramos hecho.

— Está bien Nicholas, —lo calmó Aaron, dándole preferencia a nuestro líder— deja que hablen con Deanna primero. Ella les dirá todo lo que quieran saber de este lugar.

Caminamos entre hileras de casas pintadas de blanco, con jardines cuidados y cortinas corridas. Parecía un sueño.

Tuve la necesidad de aferrar las manos a los costados de mi pantalón gastado para controlar el temblor en el que había empezado a sacudirme cuando una mujer mayor, de cabellos rubios y sonrisa amable nos dijo que nos entrevistaría a cada uno. Se presentó como Deanna Monroe, la líder de la Zona Segura de Alexandria. Me miró y sus ojos se entrecerraron con ternura.

Isle of Flightless Birds| Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora