XXXVII.

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harry potter

La siguiente vez que oyó hablar de sus supuestas aventuras nocturnas, fue en clase de Historia de la Magia con Gryffindor, aquel mismo día.

Normalmente, Diana prestaba atención en aquella asignatura, pero en ese momento específico, no estaba en su estado de mayor concentración. Garabateaba algo con su pluma en el borde del libro cuando escuchó un susurro a su izquierda y, cuando se giró, descubrió que se trataba de Harry, que la llamaba.

—¿Qué quieres? —susurró, sin separar su pluma del papel.

—¿Has descubierto algo sobre... lo que tú sabes?

Diana frunció el ceño, preguntándose qué trabajo de búsqueda le había mandado su amigo esta vez, que ella había olvidado.

—¿De qué hablas?

—De anoche —Diana alzó las cejas—. ¡El espejo!

—No sé de qué hablas, Harry, ¿qué espejo?

—El espejo en el que yo veía a mis padres y tú... otra cosa.

—¿Qué cosa?

—No sé, no me lo dijiste, pero era algo que querías que se hiciese realidad. Me dijiste que investigarías la inscripción de encima, ¿qué ponía? —se quedó pensativo un momento, mientras murmuraba— ¿Oe-osed? ¿Aeosed? No sé, ¡algo ponía!

Diana rió por lo bajo, mientras negaba con la cabeza.

—Tu sed de aventura te consume, Harry. ¿Seguro que no estabas soñando?

El profesor Binns terminó su cuento sobre Uric el Chiflado y anunció el fin de la clase, mientras la piel del rostro de Harry se hacía varios tonos más rojos.

—No estaba soñando, Diana, tú estabas allí. No te preocupes, ya investigaré por mi cuenta —recogió sus cosas y se marchó, mientras Diana rodaba los ojos.

—Gryffindors —murmuró.

Entonces vio, dos mesas más allá, a Neville, aún recogiendo sus libros, y sonrió. Rápidamente, sacó algo de su mochila y, escondiéndolo detrás de su espalda, se dirigió hacia él.

—¡Neville!

—¡Diana! ¿Q-qué tal?

—Relativamente bien. ¿Y tú?

—Genial —respondió Neville, demasiado rápido.

—Me alegro. Tengo algo para ti —dijo ella, sonriendo, antes de enseñarle el objeto que escondía. Se trataba de una rana de chocolate. Neville se sonrojó, aceptando el regalo.

—¿Y esto?

—Bueno, muy a mi pesar —suspiró—, Gryffindor ganó a Slytherin y una apuesta es una apuesta.

El chico rió, guardando la rana en su mochila.

—Muchas gracias, Diana. Eh, llego tarde a transformaciones con Ravenclaw, así que...

Diana asintió, comprendiendo.

—Claro, nos vemos luego, ¿sí?

Esta vez fue él quien hizo el gesto positivo con su cabeza, antes de marcharse con una gran sonrisa decorando su rostro.

Diana caminó de nuevo a su mesa. Guardó su pluma y fue a cerrar su libro pero, antes de hacerlo, se fijó en los garabatos que había estado haciendo. Resultaron no ser garabatos, sino palabras distintivas en un idioma que no reconocía:

Oesed lenoz aro cut edon isara cut se onotse.

Quizás Harry no había estado durmiendo.

***

c prendió

❛i. venomous❜ harry potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora