XXIV.

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harry potter & ron weasley & hermione weasley

Diana se quedó sin pelos de la cabeza que maldecir del rubio platinado que no hacía más que meterla en problemas mientras caminaba por los pobremente iluminados pasillos de Hogwarts. Aunque Harry y Ron no se salvaban de sus quejas, ¿cómo se les ocurría decir que si a un duelo? Y contra Malfoy, además. ¡Y contra ella!

Si les encontraba, no iban a salir vivos de esa. Les habría salido más rentable el verdadero duelo que la ira de Diana.

Mientras Diana subía escaleras y escaleras con destino al tercer piso (por suerte ninguna de las escaleras se movió mientras estaba en ellas), comenzó a escuchar extraños ruidos, pero pensó que era creación de su imaginación y su paranoia. Una vez llegado al tercer piso, se dio cuenta de que no era ese el caso. Definitivamente, había algo o alguien allí con ella.

—Vamos, Señora Norris, olfatea.

Escuchó decir a alguien. Era Filch, el celador, hablando con aquel gato que a Diana le parecía tan feo.

Sin pensárselo dos veces, Diana echó a correr en dirección contraria a la voz, y cuando logró entrar en una sala, tras cruzar la puerta, la cerró rápidamente, pero tratando de no hacer ruido. Pegó su oreja a la puerta, y cuando no escuchó la voz de nuevo, suspiró.

—¿Diana?

Diana levantó su varita como acto reflejo, hacia quien la había sobresaltado.

Ron retrocedió de inmediato, y dejó a Diana ver con quién se encontraba. Eran Harry y Hermione. De alguna manera, Diana había tenido la suerte de entrar corriendo, en pánico, a la sala exacta a la que se dirigía en primer lugar; la de trofeos.

—¿Hermione? —chilló Diana en un susurro, bajando su varita— ¿Tú también?

Hermione abrió mucho los ojos ante el tono acusativo de su amiga.

—No, yo no... ¡Estaba intentando pararles!

—¿Y Malfoy? —preguntó Harry, hablándole a Diana en un tono muy frío, que la pelirroja no estaba acostumbrada a escuchar.

—No viene, ¿y a ti qué te pasa?

—¿Cómo que no viene? —preguntó Ron con el ceño fruncido.

—Pasa que mi amiga me ha traicionado por la serpiente platinada.

Diana abrió la boca, ofendida.

—¡¿De qué narices hablas?!

—¡Eres su segunda!

—¿Cómo que Malfoy no viene? —repitió el pelirrojo, sus palabras siendo ignoradas tanto por su hermana, como por su mejor amigo. Hermione parecía ser la única que le escuchaba, pero no tenía las respuestas que él buscaba, así que cuando le miró, ella tan solo respondió encogiéndose de hombros.

—¡Me acabo de enterar hace un segundo! Ni que hubiese sido con mi consentimiento.

_¡Pero estás aquí! Es bueno saber que le puedes ser leal a alguien, aunque sea a la serpiente.

—¡Estoy aquí por ti!

—¿Por mi?

—¡¿Cómo que Malfoy no viene?! —chilló esta vez Ron, llamando la atención de su hermana melliza.

—Es una trampa. ¡Malfoy no pensaba realizar el duelo en primer lugar! Avisó a McGonagall, que se lo diría a Filch ¡que ahora mismo está ahí fuera con su animal buscándonos! Así que, ¿por qué no nos dejamos de acusaciones sin fundamentos y nos vamos antes de que nos pillen?

Entonces, de la puerta por la que había aparecido Diana, se oyó un murmullo.

—Tienen que estar por aquí, mi tesoro. Tal vez se han escondido.

Harry buscó con la mirada una salida, y mientras corría hacia la puerta más alejada de la voz, les indicó a los otros:

—¡Por aquí!

Salieron al pasillo, pero Ron y Diana, siendo como son, de alguna manera (seguramente en una cadena empezada por un tropiezo por parte del chico) acabaron chocándose con una armadura, que se precipitó al suelo con un estruendo capaz de despertar a todo el castillo.

—Bien hecho, Ronald —se quejó Diana.

—No hay tiempo para eso, ¡corred! —pidió Hermione, y el resto no se opuso.

Hicieron lo que la chica les había dicho sin rechistar, moviéndose rápido entre los pasillos, hasta encontrarse apretujados, empujando una puerta imposible de abrir, pues estaba cerrada con llave.

—¡Esto es el final! —exclamó Ron.

Diana rodó los ojos, mientras Hermione se hacía un hueco entre ellos, varita en mano.

—¡Apartad! Alohomora.

Cuando la puerta se abrió, tras un golpe dado con el aparato mágico de Hermione en la cerradura, los tres la siguieron hacia el otro lado. Harry cerró la puerta detrás suya, y se pegó a ella para escuchar lo que pasaba afuera.

—Él cree que la puerta está cerrada —explicó, tranquilizando al resto.

A todos menos a Diana, que ya se había dado la vuelta, observando entre la oscuridad lo que podía distinguir de la habitación, y se encontró con una desagradable sorpresa.

—Creo que ya sé por qué estaba cerrada.

Sus amigos y su hermano fruncieron el ceño, extrañados, y se giraron para entender cuál era el significado de la frase de la pelirroja.

Los cuatro se quedaron mirando directamente a los ojos de un perro monstruoso, un perro que llenaba todo el espacio entre el suelo y el techo. Tenía tres cabezas, seis ojos enloquecidos, tres narices que olfateaban en dirección a ellos y tres bocas chorreando saliva entre los amarillentos colmillos.

Sin poder evitarlo, y sin pensar en las consecuencias de su acción, los cuatro gritaron. Gritaron con tanta fuerza, que hasta aquel monstruo pareció retroceder.

Nunca supieron cómo es que no les pillaron después de aquello, pero fuese quien o lo que fuese; el destino o Merlín, se lo agradecían a miles. Ya perderían suficientes puntos durante el curso, pero Diana agradecía que aquel no fuese uno de los casos en el que el resultado fuese el odio de los de su casa.

❛i. venomous❜ harry potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora