XLIV.

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Las piernas de Diana no daban para más, pero a la pelirroja ni se le ocurrió parar de correr.

La caseta de Hagrid, que hace segundos parecía estar a mundos de ella, ahora se encontraba a algunos metros, y la chica no iba a rendirse estando tan cerca de su meta.

Veréis, la simple tarea de encontrar a Snape no resultó tan sencilla para Diana ya que, en vez de a su profesor de pociones, la chica se vio frente a Draco Malfoy y la profesora McGonagall en medio de una agitada conversación que les mantuvo distraídos mientras Diana se perdía de vista tras la puerta de la oficina de la animaga.

Su intención no había sido espiar, pero el hecho de que Malfoy hubiese entablado una conversación con la profesora de Gryffindor ya era suficiente como para llamar su atención. Además, el tema de conversación parecía tener que ver con ella, de una manera u otra.

—... y piensan llevarlo a la torre más alta para dárselo a su hermano, que se lo va a llevar a Rumania —escuchó Diana decir al rubio, en un tono más que alterado—. Mire, tengo la carta.

La conversación tan solo se puso más interesante a partir de allí.

—Espere —dijo la profesora. Si no hubiese estado fuera del campo de visión de Diana, ella podría haberla visto colocándose las gafas más arriba en el puente de su nariz, mientras leía y releía lo que el Slytherin le había entregado—, me está hablando de Harry Potter, Hermione Granger y los mellizos Weasley, ¿no es así?

Diana frunció el ceño. ¿Qué tenía que ver ella con aquel tema? No se había hablado con aquel trío desde... desde vacaciones de pascua. Tampoco se había hablado con Pansy. O con Malfoy. En realidad, no había hablado con nadie.

Su sentimiento de soledad se disipó cuando la sorpresa tomó su cuerpo, ante la rapidez con la que Malfoy se apresuró para corregir a McGonagall.

—No, no. Solo Ronald Weasley. No creo que Diana sepa siquiera que Hagrid tiene un dragón.

Había sido entonces cuando Diana se había echado a la carrera, en dirección de vuelta a la Sala Común de Gryffindor. Más tarde, se sorprendió al darse cuenta que no le había sorprendido para nada el hecho de que Harry, Hermione y Ron se pudiesen encontrar en un altercado con un dragón, y que su primer instinto no fue dudar de la historia, sino correr en busca de sus amigos para avisarles de que McGonagall sabía, ahora, de sus hazañas.

A Diana poco le importó saber que aquello de tener un dragón iba en contra de la ley desde 1709, y que aquello era algo tremendamente peligroso. Diana sabía que si aquel grandullón amante de los animales deseaba una criatura alada, la conseguiría. Y que era su responsabilidad salvarle de una ruptura de corazón mayor que separarse de ella, que sería, además de lo anterior, ser despedido.

Además, alguien tenía que proteger a su hermano y sus dos amigos de los planes de Malfoy. Como era de su misma casa, la chica se sentía algo responsable. O quizás era porque le consideraba su amigo, y se sentía mal por hacerlo, ya que el rubio platinado no dudaba al meterse con ella, con su familia y con sus amigos cuando tenía la oportunidad.

La tarea no fue fácil, sin embargo, porque al llegar a la Sala de Gryffindor, Neville informó a la pelirroja de que sus amigos no estaban allí, sino que se estaban visitando a su hermano, que había sido mordido en la mano por lo que, él decía, era un perro.

Diana sintió algo de enfado, entonces, que creyó que iba dirigido a Harry y Hermione por no avisarla de la lesión de su mellizo, pero que en realidad era hacia ella misma por no estar allí cuando Ron la necesitaba.

Pero, al parecer, Neville no estaba en lo cierto porque, al entrar para ver a Ron (y después de que ella le gritase algo entre las líneas de "¡Ronald Weasley, cuando te pasa algo me avisas a mi primero, idiota!"), Diana se dio cuenta de que Harry y Hermione no estaban allí. Fue su hermano el que, tras disculparse por no informarla de lo ocurrido, le dijo que ya estaban de camino a por el dragón.

Fue entonces cuando Diana se había despedido de él y había salido del castillo, pero Harry y Hermione no estaban en la cabaña. Allí tan solo se encontraba un Hagrid de ojos acuosos y cara triste.

Si Harry y Hermione no hubiesen estado cubiertos por la capa de invisibilidad del chico, Diana les habría visto cuando se cruzaron con ella en el camino y cuando Harry se paraba en seco para verla alejarse con prisa, como si hubiese olvidado la prisa que llevaba el mismo.

Hermione, sin embargo, si que la recordaba.

—¿Harry? —le llamó, tocándole el hombro y señalándole con la cabeza a la puerta del colegio, con aire apurado.

—¿Y si tiene algún problema, Hermione? —preguntó él, preocupado— Quizás nos está buscando, ¿y si necesita ayuda?

—Harry, —dijo ella, señalando al dragón— creo que nuestros problemas son mayores que los suyos.

Harry asintió, no muy convencido.

Porque Hermione no estaba en lo cierto.

Porque la verdad, que ellos no conocerían hasta mucho después era otra; que sus problemas, por muy grandes que fuesen, siempre se convertirían en problemas de Diana. Pero, los problemas de ella, serían ignorados por el resto.

Y eso le haría estallar.

***

ATENCIÓN. Estoy escribiendo un casi AU (universo alternativo, o algo parecido) de Harry Potter centrado en la familia Weasley, y necesito ayuda; ¿quién debería ser el protagonista? ¿Ginny o Ron?

❛i. venomous❜ harry potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora