Familia

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— Si alguien de mi familia sabe que estás en mi habitación me van a colgar — dijo Miguel obviamente preocupado porque el vecino que nadie más que él conocía se encontraba en su habitación. — No tienen por qué enterarse — sonrió Hamada.

— ¿Qué pasa Jiro? —.

— Solo quería verte, ¿No puedo? — hablo el japonés. — Oh claro que puedes... — contesto el mexicano con un pequeño sonrojo en su rostro. — Miguel... —

El mencionado dirigió su mirada hacia el japonés, el cual lo tomo de la mano y lo acorraló entre la puerta de su habitación y el chico. — Me traes loco ¿Sabes? — dijo el japonés mirando los labios del el chico de piel morena. — Hiro... — era la segunda vez que pronunciaba el nombre del japonés cómo era debido, la situación que se estaba presentando les estaba agrandando.

— Me encantas, Miguel — se estaban acercando lentamente el uno al otro, ambos ya ansiaban los labios del otro, necesitaban sentir aquellos labios, necesitaban aquel beso, la distancia disminuía.

— ¡Miguel! ¿¡Hay alguien hay contigo!? — se escuchaba la voz de mamá Elena tratando de abrir la habitación. Y así el momento de besarse no llegaba aún.

Y así fue como el japonés acabo debajo de la cama del mexicano mientras esté fingía estar dormido, mamá Elena puedo abrir la puerta. — Me pareció haber escuchado algo... Tal vez solo sea mi imaginación— y acto seguido procedió a irse de la habitación cerrando la puerta.

El mexicano se levantó de la cama y ayudó al japonés a salir de abajo de su cama. — Lo siento... Ves que te digo que si nos ven juntos nos van a colgar... Mi mamá es la única que me entiende y mi papá está agradecido contigo por salvarme... Ojalá mamá coco siguiera viva, ella lo entendería... —.

El japonés se sentó al lado del mexicano, el cual estaba preocupado, el día de muertos se acercaba y bueno, las únicas personas que tal vez lo entenderían que sería su papá Héctor y su mamá Coco no podrían hacer nada. — Miguel... — hablo el chico de tez clara sacándolo de sus pensamientos. — Jiro, me alegra que me hayas visitado pero, por favor vete... — hablo el mexicano, pero en vez de que el japonés se fuera, lo abrazo, Miguel no sé esperaba aquella reacción.

— Se que extrañas a tu familia, pero... No hay gran cosa que podamos hacer... — hablo el japonés. — Solo ponerles un altar —.

— ¿Altar? —.

— Si, él día de muertos es una celebración, ponemos un altar con cosas que amaron en vida, y tenemos que poner fotos para que sus almas puedan cruzar. —

Hiro que siguió abrazandolo, se quedó extrañado, en Japón no se celebraba así, se ponían disfraces. Pero aquí era otra celebración distinta por lo visto. — Yo... No celebró eso... — confesó el japonés algo apenado. — Es una celebración para pasar con tu familia... —

— Mis padres murieron cuando yo tenía tres años, no recuerdo mucho de ellos, mi hermano Tadashi murió en un accidente que lo provocó alguien que buscaba venganza... Murió cuando tenía 14 años... — confesó Hiro. — La única familia que tengo es mi tía Cass, Baymax y mis amigos, Honey Lemon, Go go, Wasabi y Fred, pero están muy lejos y al único que tengo es Baymax, es uno de los recuerdos que tengo de mi hermano—

— Me tienes a mí Hiro... — hablo Miguel, el cual habló con una sonrisa en su rostro. El japonés sonrió ante el comentario del mexicano. — Miguel, yo no creo en eso de que regresen las personas... —.

— ¿Podrías intentarlo? — hablo Miguel. — Me gustaría mostrarte un pedacito de mi mundo, tal vez no sea tan sorprendente como volar, pero me agradaría compartirte algo de mi. —

Havana (Hiroguel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora