Prólogo

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Kenma siempre caminaba mirando hacia abajo, el piso tenía menos luces que las que podía observar viendo de frente; todo en el mundo está compuesto de luz, sus ojos podían ver los diferentes colores que existen y que supuestamente tampoco existen. No es que fuera molesto poder ver cosas que otros no podían ver, lo molesto era que nadie le creyera.

Desde pequeño se acostumbró a que le llamaran embustero, a que le dijeran que era alguien raro, cada vez que le advertía a algún adulto que una sombra los seguía, cada vez que decía que había alguien que nadie más podía ver, cada vez que decía que alguien no le agradaba por la presencia, el aura pesada de aquella persona.

Prefirió sencillamente ignorar esa capacidad y llevar una vida normal; aunque, ignorar algunas cosas era imposible, los colores del aura de la gente a veces le despertaban mucha curiosidad, el Tokio gris y humedecido por la lluvia comenzaba a brillar con cada persona que transitaba. Verde, azul, rojo, amarillo, rosado, violeta, miles de colores que Kenma veía disimuladamente, sin querer llamar la atención del resto.

Aun pudiendo ver ese maravilloso espectáculo, a veces Kenma no lograba sentirse bien con tan solo mirar esos colores, a veces se topaba con auras opacas, gente podrida y negativa que tenía una presencia incómoda para él, era difícil ser optimista cuando abundaban los colores ocre en el mundo. También solía ver dos clases de "personas" adicionales, algunas eran luminosas, algo difusas, difíciles de observar a detalle, a veces cargadas de melancolía, o por el contrario, positivas mientras cuidaban de alguien que apreciaban; veía también lo contrario, sombras que lo atemorizaban cuando las miraba, era imposible relajarse si veía una cerca de sí mismo.

A veces no sabía si esa cualidad especial era algo único de su vista, porque, al cruzar cerca de una presencia no física, lograba sentir con todo su cuerpo, miedo, desdicha, ira, miles de sentimientos que no eran suyos; odiaba sentir esas cosas. Lo peor venia cuando se topaba con algo, y recordaba un recuerdo que no era suyo, cuando eso ocurría, sentía la necesidad de charlar con lo que se había cruzado en su camino.

"No sé cómo volver a casa" seguido de miles de lamentos, era casi pan de cada día; Kenma no era alguien que gustara de hablar con la gente, pero ante esas situaciones, tomaba la mano de esa "persona" y la guiaba hasta a algún lugar. Generalmente debía llegar a algún sector fuera de su radar, aunque muy de vez en cuando la presencia se esfumaba apenas él respondía a su llamado de ayuda; hay personas en el mundo que lo único que necesitan es ser escuchadas.

En aquella ocasión estaba evitando ver al frente para poder seguir su ruta normal, llevaba bolsas de supermercado cargadas de alimentos, cervezas y gaseosas para la semana, quería llegar a su departamento para que su compañero, Kuroo, se encargara de la cena. Conocía a Kuroo desde su infancia, era el único que creía en sus poderes, por eso se sentía algo más cómodo expresándose con él, también consideraba más su opinión, gracias a su influencia se dejó crecer el cabello y lo tiñó de rubio hasta la mitad inferior.

Miró al frente para ver el semáforo antes de cruzar la calle, las personas del otro lado se veían como cuerpos multicolor, la mayoría opacos, otros destacaban por ser más luminosos y positivos, la clase de gente que Kenma aceptaría a su alrededor. Abrió aún más sus ojos al percatarse de algo que no se veía todos los días, algo que lo asustó incluso más cuando una visión se manifestó de golpe en su mente.

Cuatro amigos alrededor de un tablero de ouija, uno histérico de pavor, otro indiferente, otro furioso, y finalmente, aquel que observó en la calle, un chico pelirrojo de baja estatura, sumamente nervioso, pero tratando de calmar a sus amigos con una sonrisa adorable.

Ese chico estaba del otro lado de la calle, una sombra intentaba tocarlo, intentaba ensuciar su aura con insistencia.

Una deslumbrante aura de color naranjo, perseguida por una sombra negra.

Poltergeist/HaikyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora