Kenma es capaz de percibir cosas que cualquier ser humano común no puede percibir; decidió tratar de ignorar esa capacidad especial para tener lo que él considera una vida normal. Sin embargo, al ver a un chico con un aura rebosante de positivismo...
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Un joven de cabello castaño proyectó su visión al techo de su habitación, resoplando y respirando profundamente, de su boca salía vapor por el frio del ambiente que se contraponía con su ardiente cuerpo desnudo; la luz amarilla de la mañana lo iluminaba mientras movía principalmente sus glúteos y caderas, encima de la persona que amaba. Su pareja mostraba un rostro que parecía un poco fastidiado, no porque le desagradara ser despertado con sexo matutino, sino porque aquello lo había tomado por sorpresa y esperaba dormir un poco más.
Mientras el joven cabalgaba sobre su chico, lo miraba con una sonrisa traviesa y dulce, cosa que logró ablandarlo para que quitara esa cara larga que su pereza le obligaba a tener; sus cuerpos estaban muy bien esculpidos con músculos, les gustaba mantener una vida sana, eso podía verse en las fotografías del cuarto, la mayoría de ellos escalando, andando en bicicleta y paseando. Solo una foto hacía la excepción, ambos vestidos de blanco frente a un bosque; hacía un año habían contraído matrimonio en Canadá, tenían unos cuantos destinos para elegir el lugar de su boda, pero los bosques y el precioso paisaje les parecían un perfecto paraje para una luna de miel.
-Iwa chan... ¿Te gusta como lo estoy haciendo? - le preguntó el de cabello castaño, su esposo lo miraba seriamente.
-Me la has aplastado un par de veces, parece que aun estás durmiendo - su pareja rió y acercó sus labios al cuello de Iwa, besándolo suavemente mientras movía las caderas sobre su miembro.
-Perdón, quería hacerlo aprovechando el poco tiempo que queda ¿Qué hora es, Iwa chan? - su marido preguntó muy cerca de su oído, acariciándole el rostro con un delicado toque, contrario a los movimientos fuertes de sus caderas sobre la pelvis de Iwa.
-Las 7:20... - respondió su pareja, pasando de verse serio a complacido, y agarrando sus nalgas para disfrutar ese cuerpo moldeado y fibroso tan sexy.
-¡¿En serio?! Oh no... voy a llegar tarde al bufete - su esposo lo tomó firmemente de las caderas sin despegarlo de su pene, volteándolo de una sola vez para estar sobre él en la posición del misionero - Iwa chan...
-Tú me provocaste... Ahora hazte responsable - Iwa le habló cerca del cuello, depositando un pequeño beso y una extensa y tibia lamida que lo hizo estremecer.
-Pero voy a llegar tarde al trabajo... - Iwa movió la pelvis, sacándole un gemidito agudo sin querer.
-Llegarías tarde si fuéramos a tu ritmo, Oikawa san, no eres tan rápido... - Iwa deslizó sus manos bajo la espalda y cabeza de su marido, abrazándolo con una mano entre los omoplatos y otra en la cabeza.
Oikawa respiró profundamente, dejándose llevar por su esposo, quien apenas lo tuvo entre sus brazos empezó a moverse rápidamente, generando una fricción caliente que lo hacía gritar de placer; Iwaizumi Hajime sabía muy bien cómo hacer que su esposo sacara alaridos lujuriosos de sus apetecibles labios. Clavó sus uñas en las duras nalgas de su salvaje amado, no podía controlarse si recibía tantas embestidas una tras otra; Iwa lo volvía loco en varios ámbitos, ninguno negativo.