Monto un asteroide

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— ¿Por qué conmigo?

— Eres la primera hija de Hera, has de tener una profecía.

— ¿Profecía?—  pregunté.

— Si, pero, aquí no. Platicaremos en mi cueva.

Ok, cuando ella dijo "cueva", yo pensé que se refería a un cuarto muy desordenado, pero no. Era literalmente una cueva.

Y, ella se sentó en una silla, después me señalo otra silla para que me sentara, y me senté. ¿Qué más iba a hacer? Cuando ella estaba a punto de hablar, Quirón apareció en la entrada de la cueva.

— Rachel, ¿Puedo pasar?

— Claro— respondió ella con una sonrisa.

Cuando Quirón entró, yo decidí hablar primero.

— Entonces, ¿Tú me darás una profecía?

— Si. — respondió ella rápidamente.

— Pero, ¿Cómo?

— Soy el Oráculo de Delfos.

Yo no entendía de que rayos estaba hablando, pero asentí con la cabeza.

— Ok, aquí viene.

Yo no sabía a qué se refería, pero en ese momento un humo verde comenzó a salir de su boca. Yo volteé a ver a Quirón, pero él no tenía ninguna reacción, como si eso fuera lo más normal del mundo. Después, una voz muy extraña dijo.

— El odio de muchos te has ganado,
     Y ese odio solo será borrado,
     Cuando algo por el Olimpo hayas
     logrado.
     Pero, a cambió de paz,
    Perderás a alguien preciado.
    Y, nunca encontrarás amor de
    alguien amado.

Cuando terminó de decir eso, simplemente cerró los ojos. Parecía inconsciente, estaba inconsciente. Y le pregunté a Quirón.

— ¿Se murió?

— No, pronto estará bien. Hablaremos de esto en la fogata, con todos presentes.

— Entendido. — me iba a ir, pero me acordé que no tengo la menor idea de que hacer, me dirigí a Quirón— ¿Que hago?

— Mmmh, ahora que lo pienso, no tienes un pegaso. Puedes ir a los establos, Dioniso te ayudará a elegir uno.

— Ok.

Fui a los establos. La verdad estaba muy emocionada por ver un verdadero pegaso. ¡Será increíble! No puedo esperar. Y fui corriendo.

Al llegar me metí, y ví a los pegasos. Si, ¡Eran increíbles!, Con sus alas y todo. Y, ¡Simplemente la mejor experiencia de mi corta vida!

Pero, no ví a Dioniso.

— ¡Dioniso!— grité.

— ¡El Sñ.D no está! — me contestó la voz de un chico. — ¡Pero yo te puedo ayudar!

Camine un par de metros y lo ví. Tenía el cabello negro y los ojos verdes. Cuando el me vió, se asombró.

— Hija de Hera...— dijo.

— ¡¿Por qué siempre que me ven dicen "Hija de Hera"?! ¡Es molesto! ¡Mi nombre es Beth! ¡Beth!

— Jaja tranquila, fiera. Es que, no esperaba verte, mi novia me ha hablado muy bien de ti.

— ¿Tu novia? — pregunté.

— Si, la chica lista, Annabeth.

— Ahhh, que bien, un odio menos de mi lista.

La hija de HeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora