Fin

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Abrí los ojos. Ví los tablones del techo de una cabaña de madera que reconocí inmediatamente, era el techo de la enfermería del campamento.

Levanté un poco la cabeza y con ese simple movimiento un dolor insoportable me llegó de una. Era como una migraña pero en todo mi cuerpo, obviamente me eche para atrás. Como sea, escuché una voz que dijo: "¡Ya despertó!". No pude levantar mi cabeza para ver quién se acercaba porque mi cuerpo seguía adolorido, mis oídos zumbaban por lo que la voz se oía un poco distorsionada y cuando ví quién demonios era, mis ojos también se nublaron.

— ¡Will! — exclamé conteniendo las lágrimas— ¡Will, lo siento tanto! — él me regaló una sonrisa.

— No te preocupes, pasado pisado. — dijo restándole importancia.

— ¡Te dejé en coma!

— No fuiste tú —sentenció y se sentó en un banco que había al lado de la cama— Ahora, escuché que te calló un rayo. — Asentí. — Te has recuperado bastante bien pero vas a tener que estar en recuperación y observación un buen rato, ¿Está bien? — Asentí.

Will miró la puerta y me volvió a ver.

— Tus amigos quieren verte— me dijo, yo no sabía cómo reaccionar. Ellos aún quieren saber de mí después de todo el caos que causé, son increíbles.

Ví que Will hizo una señal con su cabeza y justo después escuché muchos pasos. Varias cabezas se asomaron y los vi: Percy, Annabeth, Piper, Leo y me sorprendí bastante al ver a Nico. Obviamente me emocioné mucho al ver a personas que pensé que nunca me volverían a hablar.

— ¿Por qué parece que vas a llorar, pararrayos?— preguntó Piper con un tono cómico. Pensé que estaría algo resentida conmigo pero no, lo que me hace preguntarme si alguna vez ella o alguno de ellos llegó a considerarme culpable de algo.

— Demonios, Pipe, esa era mi línea— se quejó Leo jugando.

— A ver, chicos— llamó Percy la atención de todos— yo soy el chico de los apodos.

— Cierra el pico, sesos de alga— sentenció Annabeth con una sonrisa.

Nico se me quedó viendo pero no me sentía amenazada por sus ojos, lo que es raro porque ese color negro que tiene en los iris parecen el oscuro del espacio, lo que se supone que es intimidante pero...

Todos los demás empezaron a bromear y aunque yo no formaba parte de la conversación, no podía ser más feliz, lo único malo era que el recuerdo de Rogger me atacaba de vez en cuando, pero no me ponía triste, lo recuerdo con mucho cariño y no creo que él quisiera que me pusiera a llorar por su perdida. Eso sí, lo extraño bastante, pero estoy tratando de que no me afecte.

Estaba pensando en ello hasta que, de repente, todos se pusieron bastante serios y se me quedaron viendo. OK, este es el momento donde me despellejan viva.

— Este, Beth— comenzó a hablar Annabeth—, lamentamos mucho tu perdida. — Yo asentí con el semblante también serio.

— Si necesitas algo— prosiguió Leo— estamos aquí para ti.

— Chicos, gracias. — Cuando dije ese simple gracias, lo dije de todo corazón. Los quiero mucho.

— Ya— habló de repente Will— todos fuera, ella tiene que descansar.

Todos ellos me dirigieron sonrisas y justo antes de que todos ellos salieran, llamé a Annabeth. Ella me volteó a ver con curiosidad y vino hacia mí.

— ¿Qué necesitas? — me preguntó con amabilidad.

— ¿En la cabaña de Athenea habrá algún mapa y cuaderno que puedan prestarme? — pregunté casi sin moverme por lo que me veía muy rara.

La hija de HeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora