Las consecuencias

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Pensé que me quemaría o que me dejaría hecha polvo, pero fue todo lo contrario. Sentí que la energía del rayo recorrió todo mi cuerpo y que el tiempo se detuvo por un segundo. Pero sobretodo, sentí que mucho conocimiento invadió mi cabeza; no, no lo sentí. Lo ví. Ví momentos en los que participo mi madre, Hera. Ví lo que sus poderes podían hacer, cosas con las que yo nací, cosas que yo podía hacer.

Cuando el tiempo regresó a la normalidad decidí intentar hacer lo que tenía en mi cabeza porque me sentía poderosa. Es decir, soy la más pequeña en estatura y la que ha tenido menos entrenamiento en el grupo pero me sentía grande. Sentía que en ese momento el mundo estaba en mis manos, y eso no es algo que me pase muy a menudo, así que lo aprovecharé.

Me acerqué a lo más que pude a Io, a Maya y a Leto, levanté mi mano izquierda y convertí sus cabellos en serpientes, como hizo mi madre con la hija de Laomedonte.

— ¡¿Qué es esto?! — preguntaba Leto gritando mientras trataba de agarrar las serpientes que se movían salvajemente en su cabeza.

— ¡Serpientes! ¡Odio las serpientes! — exclamaba Maya.

— ¡No se desconcentren! — gritó Io. Ups, muy tarde.

Las serpientes lograron hacer que por un momento su atención no fuera hacia sus hijos y eso hizo que perdieran un poco el control sobre ellos. Cerré la mano y la alcé, con eso logré que por un momento las marionetas quedaran privadas de su visión por unos segundos, eso lo ví cuando Hera volvió ciego a Tiresias por darle la razón a Zeus en una discusión que tuvieron.

En esos pequeños segundos los cuatro dioses que estaban siendo controlados  se perdieron. No sabían dónde estaban ni dónde estaban sus enemigos y eso logró que Zeus les disparará un par de rayos, que Ares les diera tres golpes a cada uno en diferentes partes del cuerpo y que Hefesto logrará ponerle unas cadenas a Hermes.

— ¡No! — gritó Maya, al ver lo que había sucedido. Tengo que decir que ella estaba en el suelo cuando vió eso porque las serpientes le estaban mordiendo la cara, el cuello y la espalda. Leto e Io estaban casi igual pero ellas aún tenían control sobre sus hijos.

Como sea, para hacerlas perder completamente el control sobre los dioses, decidí que iba a hacer lo que ví en otro recuerdo. Iba a hacer que las dos locas restantes escucharán voces en sus cabezas para dejarlas en el piso deseando que se detengan. Estaba a punto de hacerlo cuando una de las almas me atacó por la espalda. Sentí una furia venenosa que me invadió de golpe. Me giré al mismo tiempo que agarraba mi espada y lo corté a la mitad por la cintura.

— ¡No te metas en mi camino! — Grité y, para mí sorpresa, ese grito desintegró a 10 almas que estaban enfrente. Percy se me quedó viendo con los ojos abiertos pero unas almas la distrajeron de eso.

Yo seguí con lo que estaba haciendo e hice un círculo con mi mano. Sentí que hubo una clase de energía salía de ese círculo y que chocó con las dos mujeres que seguían sin rendirse. Y cuando esto sucedió, como predije y deseé, las dos cayeron al suelo. Gritando, suplicando.

Hefesto le puso cadenas a los otros tres dioses y a las tres mujeres. Entre todos los demás, los agarraron y los movieron a un lado. Apolo, Artemisa, Hermes y Dionisio estaban inconcientes; mientras que Maya, Io y Leto seguían retorciéndose por las voces. No me había dado cuenta de que aún estaba haciendo el círculo con mi mano, y me detuve. Me costó mucha fuerza de voluntad porque una parte de mi quería seguir teniéndolas bajo su control, pero no estaba bien ¿O sí?

Los dioses que habían no habían sido controlados se sentaron en sus tronos.
El primero en hablar, como siempre, fue Zeus.

— ¡¿Cómo es que esa niña pudo haber hecho eso?!

Ningún dios habló. Ah, olvidénlo. Atenea abrió la boca.

— Sin querer le disparate a un rayo. Supongo que su parte divina absorbió el poder y la energía de este y por eso logró hacer eso por unos segundos, porque eso fueron, segundos. Ya no lo puede hacer.

— ¿Cómo sabes eso? — preguntó Hefesto.

— Ya no tiene ese brillo aterrador en su mirada, además...— Me importaba muy poco su explicación. Me importaba Rogger. Empecé a girar sobre mí para ver dónde estaba y si algo de ese poder seguía en mí, puedo asegurar por Hera, que desapareció en el momento en que lo ví.

Estaba tirado, en el piso, con la piel y la ropa chamuscada. Reaccioné. Corrí hacia él y cuando llegué a su lado, me senté y puse su cabeza sobre mi regazo.

Tenía los ojos cerrados, estaba frío y su piel tenía quemaduras de alto grado, algunos partes incluso estaban negras. No, no, no. Las lágrimas se me escapaban de los ojos. Ahora todo tenía sentido. Mi parte divina absorbió el poder del rayo pero como lo estaba agarrando,¡Rogger absorbió todo el daño porque él era mortal y él era más vulnerable que yo!

Es mi culpa. Volvemos al ciclo. Si tan solo hubiera esquivado el rayo, si tan solo lo hubiera sacado antes, si hubiera sido más rápido, si hubiera llegado antes, si tan solo no me hubiera encontrado con él hace años, si Hera no fuera mi madre, si tan solo yo no hubiera nacido... Nada de esto habría pasado.

Lo estaba abrazando con todas las fuerzas que tenía y mis sollozos se convirtieron en gritos rápidamente ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué a él?! ¡No se lo merecía! ¡Él no!

Seguí llorando, sola. Hasta que sentí una mano en mi hombro. No levanté mi cabeza porque, aunque lo hubiera hecho, no podría haber visto a quién sea que fuera esa persona.

— No te eches la culpa. — Era Annabeth. — No la tienes.

Ella me abrazó con un brazo y justo después sentí otras dos presencias. Obviamente ya sabía quienes eran. Me ayudaron a calmarme un poco, ya estaba más estable, cuando sentí que otra presencia se nos acercaba. Nos rodeó y se puso enfrente de nosotros. Era Hades. Se arrodilló junto a Rogger, quien ya estaba acomodado en el suelo por consejo de Annabeth, y le tocó la frente.

— Me aseguraré de que llegué a los campos Elíseos.— prometió mirándome a los ojos. Yo asentí y después Rogger desapareció. Hades volvió a su trono y yo me paré junto a mis amigos.

Caminé hacia dónde estaban los dioses y abrí la boca.

— Miren, —mi voz aún se oía entrecortada pero no me importa— no le puedo echar la culpa a ninguno de ustedes por más estúpidos que sean. Por unos segundos sentí el poder que ustedes tienen, literalmente me puse en sus zapatos y fue abrumador. Ese poder me cambió, me volvió una persona cruel, tonta, narcisista y poderosa. Esa no es una buena combinación y no me quiero imaginar cómo es lidiar con eso todo el tiempo. Y sé que esto sonará mucho pedir pero, por favor, piensen más en las consecuencias de sus actos. Si nuestras consecuencias causan grandes cambios en nuestras vidas y la de los demás, imagínense sus consecuencias. Ustedes son los que deciden el destino del mundo y a veces son unos tarados. — Zeus me lanzó una mirada venenosa y Annabeth chocó su palma con su frente pero seguí— De la manera más amable, maduren. Ya han tenido suficiente tiempo para hacerlo ¿No creen?

Todo iba bien, hasta que sentí un dolor punzante en todo mi ser y me desmayé. Consecuencias.




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Lamento no haber subido capítulo en meses, de verdad, lo siento y mucho. Espero poder terminar esta historia en el próximo capítulo y de paso quiero agradecer a todas las personas que se quedaron hasta aquí ¡Muchas gracias!
Cambio y fuera.

La hija de HeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora