Pérgola

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Mientras tanto, el grupo formado por Natalie, Alya, Nino y Marinette se dirigía al centro del parque, en donde tenían instalado grandes toldos (pérgolas) de color blanco.

Alya y Nino se miraban confundidos. Habían llegado al lugar que querían mostrarles a sus amigos, pero ¿Qué tenía que ver con el señor Agreste?

La asistente del diseñador los guio a una sección aislada de los toldos principales, hacía unos más pequeños que formaban algo parecido a camarines. Natalie llevó a Marinette al interior de uno de ellos, la miró por un segundo y rebuscó entre los colgadores que sujetaban bolsas, hasta que encontró la que buscaba. Se lo entregó a una confundida ojiazul y se retiró para darle privacidad.

- ¿Qué pasa, Marinette? – preguntó Tikki, al ver que no se movía.

- Es que... yo... - estaba en shock.

- ¡Vamos cámbiate! Te puedes resfriar – retó la kwami, haciendo reaccionar a su portadora.

Los minutos pasaron y llegaron Adrien y su padre. Alya y Nino se acercaron al rubio pidiendo explicaciones, pero él sabía lo mismo que ellos, casi nada.

En ese momento la cortina que separaba a Marinette de los demás se corrió, dejando a todos boquiabiertos, incluso al señor Agreste.

Lo que le había entregado Natalie era un vestido rojo, de cuello redondo y mangas cortas de encaje, del mismo color, la parte inferior era una falda plato que le llegaba casi a las rodillas. Y a la mitad, tenía un cinturón negro que acentuaba la cintura de la chica.

- Wow – lograron decir Adrien y Nino.

- Marinette te vez increíble, parece que estuviera hecho para ti – exclamó Alya al verla. La aludida solo sonrió avergonzada.

- Debo coincidir con la señorita – intervino el señor Agreste – el vestido le quedó perfecto – agregó. Ni él lo podía creer.

Si Marinette estaba ruborizada, con aquel comentario su competía con el color del vestido.

- Puede conservarlo – ofreció el diseñador, sorprendiendo a todos.

- ¡¿Qué?! Yo.... Yo no... no puedo aceptarlo – respondió nerviosa. Sabía lo que podía llegar a costar un diseño original de él.

- No le estoy preguntando – dijo tan serio, que asustó al grupo – Lo siento – dijo aclarándose la garganta – puede tomarlo como un regalo de cumpleaños, sin mencionar que su ropa esta mojada – agregó.

- Gracias – dijo la chica, haciendo una reverencia – disculpe pero ¿Cómo sabe que es mi cumpleaños? – preguntó extrañada. Dudaba que Adrien le hubiera dicho.

- Debo aclararles que los investigue – admitió. Las caras de los jóvenes reflejaban extrañeza, enojo y hasta sorpresa ante la declaración – pero deben entender que después de la desaparición de la madre de Adrien, no puedo dejar que mi hijo salga con cualquier persona.

Los jóvenes, incluyendo al hijo del diseñador, al escucharlo no podían enojarse, hasta podían llegar a entenderlo, aunque sus métodos fueran un poco extremos.

- De hecho debería de agradecerles, a los tres – admitió. Eso sí que los descolocó – estaba preocupado por las amistades de mi hijo, en especial las últimas semanas...

- ¿Lo dice por Lila? – aventuró Alya.

- Así que así se llama la señorita – dijo serio – de hecho sí.

Los tres amigos de Adrien lo miraron fijamente, hasta el lejano y sobreprotector de su padre se había dado cuenta de la mala influencia que era Lila y él ni por casualidad. Lo único que pudo hacer el pobre fue bajar la mirada, avergonzado.

- Supongo que ya no importa – dijo recordando lo que había pasado minutos antes. Su hijo asintió con la cabeza, energético – muy bien, ahora puedo retirarme.

- Espera – lo detuvo Adrien – no creo que hayas venido solo para controlarme ¿o sí? – preguntó. Su padre es sobreprotector, pero nunca tanto ¿o tal vez?

- Con tu pregunta me queda claro que no viste con detalle las invitaciones que te di – respondió, levantando una ceja.

- ¡Espere! Usted participa en el evento – aventuró Nino.

- Es más preciso, "participé" – respondió tranquilo.

Gabriel Agreste, había sido invitado a diseñar una línea de ropa para Disney, eran diseños exclusivos para el parque parisino. Y unas horas antes había sido el desfile de presentación.

- Ahora si me disculpan, debo continuar con mi trabajo – dijo a modo a despedida – ah casi lo olvido, en la pérgola central se encuentra la colección y Adrien – llamó a su hijo – no llegues tarde a la casa – agregó. El chico asintió con la cabeza.

Y como apareció, el diseñador se retiro.

Cumpleaños EspecialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora