Violet

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La luz entraba descaradamente por mi ventana, haciendo que despertara asustada y malhumorada; me levanté de golpe y cerré las cortinas con furia, el pequeño atrapasueños que colgaba de esta cayó  bruscamente así que lo levanté de mala gana y me tiré a la cama deseando poder dormir de nuevo, fue inútil. Di miles de vueltas esperando que el sueño regresara pero el sol se había robado lo último que me quedaba de descanso. Miré el reloj que estaba en mi mesa de noche, marcaban las seis treinta, así que decidí tomar una ducha y prepararme para ir a las clases. Busqué en mi ropero y encontré unos vaqueros negros que no usaba hace mucho tiempo, los tomé y los ajusté a mi cuerpo, parecía que aún me quedaban así que, decidí dejarlos. Los combiné con un suéter gris de cachemir y una cazadora de jean, me arreglé mi rubia cabellera, puse algo de maquillaje en mi rostro y salí de mi habitación hacia la cocina de mi lujoso apartamento. Hace un año que vivía sola, puesto que mis padres habían decidido que ya era hora de que sepa cómo era la vida después de la secundaria así que, me regalaron un bonito apartamento en el centro de Nueva York, donde cursaba la mitad de mi primer año de universidad en la carrera de Artes Visuales. Preparé café, miré las noticias, tomé mi bolso y me dirigí al garaje. Tenía algo de tiempo antes de ir a la escuela, así que decidí pasar por la pastelería y comprar mis galletas de avena favoritas. 

La universidad me resultaba un poco aburrida y muy corriente, estaba acostumbrada a los ambientes llenos de dinero y lujos, pero esta escuela era bastante común y de clase media. Tenía pocos amigos, dos para ser más exacta: Pepper, una chica de Nueva Orleans que se había ganado una beca y Bradley, su actitud de sexo drogas y rock and roll no me agradaba mucho, pero tenía que admitir que tenía un encanto que no había conocido antes. Nadie tenía tanto dinero como yo y la mayoría de mis compañeros de clase me odiaban por ser una chica adinerada, no me molestaba, al contrario, me sentía halagada pues sabía que lo que despertaba era envidia, más que otra cosa. 

Llegué diez minutos antes del inicio de la primera clase, así que me senté en mi escritorio habitual y empecé a leer mis apuntes, tenía un examen bastante extenso en la hora siguiente y sentía que no había estudiado lo suficiente. No quiero alardear más de lo que ya lo he hecho, pero debo decir que mis notas eran excelentes, toda mi vida académica se resumía en aprobar todo sin mancha  y siempre ganaba todas las becas posibles, aunque, no quise ser becada en esta universidad, era realmente barata, así que simplemente pagaba por todo lo necesario, como una estudiante normal. Estaba sumida en mi estudio cuando escuché las risas de chicos en el pasillo, me levanté de mi asiento y me dirigí a la entrada del salón, esperando ver los rostros molestos de mis compañeros, pero no vi exactamente a los envidiosos de primer año, si no a los guapos e interesantes chicos de segundo. Me miraron de pies a cabeza y uno de ellos me dirigió una sonrisa ladeada que me dejó sin aliento, sus ojos se posaron en mi enrojecida cara y me dedicó un ''Hey'' antes de seguir su camino. Quedé petrificada, jamás me había sucedido algo así con ningún chico, por lo general, yo soy la que se roba el aliento de todos los muchachos. Me quedé parada ahí, incapaz de volver mi mirada hacia aquel intrigante hombre, solo miré mis lindos zapatos y regresé un poco desconcertada a mi lugar. 

No pude volver a leer absolutamente nada durante los minutos que siguieron. Poco a poco el salón se empezó a llenar y lo único que me despertó fue la voz chillona de mi amiga Pepper. 

-¡Vi! Te estuve llamando toda la noche, ¿qué pasa con tu teléfono?-dijo ella, mientras me sacudía.

-¿Qué? ¿Mi teléfono? No sé, creo que me dormí temprano y quedé en coma-no era verdad, simplemente anoche no quería hablar con ella. 

-Bueno, tengo muchas cosas que contarte, por cierto ¿tienes los apuntes para el examen? ¡No estudié nada!

A veces me preguntaba cómo pudo haber obtenido una beca, Pepper no era exactamente una estudiante ejemplar, al contrario, yo siempre tenía que darle las respuestas de todos los exámenes y tareas. Las clases transcurrieron sin ninguna novedad, en los pequeños descansos busqué disimuladamente al chico de sonrisa ladeada, pero no logré encontrarlo, así que me resigné a que la casualidad o el destino hicieran una jugada para que pudiera verlo en los próximos días. Llegué a casa pasadas las tres de la tarde, tomé una ducha larga y dejé que el agua caliente borrara el recuerdo de aquel muchacho, me empezaba a sentir estúpida, no quería que un desconocido se colara en mi cabeza así que, decidí que esa noche saldría con Pepper y Bradley, era viernes, había un evento en uno de mis sitios favoritos de la ciudad: Bar 54, era un hermoso lugar donde se podía tener la mejor vista del Time Square y del Empire State. Llamé a los chicos y quedamos a las nueve de la noche en la entrada del recinto. Me metí en un hermoso y ceñido vestido de lentejuelas blanco el cual tenía un escote que llegaba al punto perfecto para no dejar mucho a la vista. Maquillé mi rostro con un poco de rimel negro, sombras apenas perceptibles y un labial MAC color tierra que combinaba perfectamente con mi atuendo. Me puse mis tacones plateados, dejé que mi cabello cayera libremente por mi espalda y salí, despampanante como siempre. Al llegar, Pepper y Bradley me esperaban, ella arreglaba su cabello negro y ondulado, mientras Bradley fumaba un cigarrillo recostado perezosamente en la pared.

-¡Oh sí nena!-dijo Bradley mientras me miraba-esta es una de esas noches que sabes que serán buenas.

-¡Por Dios! ¿por qué no me avisaste que tenía que venir de gala?-gritó Pepper mientras me tomaba del brazo-¡He de parecer tu sirvienta!

-No exageren, es solamente un vestido de noche-dije, mientras me abría paso entre ellos y subía por las escaleras.  

Llegamos al sitio el cual estaba repleto, agradezco a la efectividad de Pepper, quien había conseguido reservar una mesa con apenas horas de anticipación. Nos ubicamos en nuestro lugar que tenía una vista preciosa y decidimos empezar con unas margaritas. En el fondo sonaba una tonada suave, de alguna banda de rock alternativo de moda, no pude reconocerla, pero parecía que era buena. Mientras nos llevaban nuestra orden, hablábamos distraídamente de las clases, los maestros y los chismes que Pepper siempre lograba conseguir.

-¿A quién le importa eso, Pepper?-dijo Bradley, irritado-Siempre tienes la nariz metida en cosas que no son de tu incumbencia. 

-¿Por qué seguimos siendo sus amigas?-dijo ella-sigo sintiendo que no cabes en nuestro círculo.

-¿Te refieres a nuestro ''enorme'' círculo?-respondí-estamos juntos porque somos los únicos normales dentro de esa escuela.

-¡Habla por ti!-dijo Bradley mientras sonreía-¡Jamás seré normal!

Las bebidas se estaban tardando más de lo normal, así que decidí ir al baño para retocar mi maquillaje. Caminaba en medio del atestado bar y fue entonces cuando sentí el frío tacto de un líquido que se derramaba en mi escote.

-¡Qué diablos!-grité, mientras miraba las manos temblorosas de un chico que trataba de secar torpemente la viscosa sustancia.

-¡Lo siento! ¡por favor, déjame ayudarte!

Al alzar mi mirada, todo mi alrededor se borró de repente. El rostro del chico de sonrisa ladeada estaba frente a mí, ahora lucía avergonzado y sus mejillas estaban tan rojas que parecía que iban a explotar. Sus ojos verdes se movían rápidamente mientras buscaba un pañuelo para secar mi vestido, mientras que su pelo se desordenaba con cada movimiento impreciso.

-¡Déjalo así!-dije por fin, al darme cuenta que estaba tocando más de lo que debería-no se secará con eso, lo haré sola en el baño. 

-¡De verdad lo siento!-gritó a mis espaldas, mientras yo corría a esconderme en el tocador. 

Mi vestido estaba arruinado, pero eso no iba a impedir que volviera al lugar con una sonrisa en el rostro. Traté de arreglar sin mucho éxito el desastre causado por el licor y salí como si nada hubiese sucedido. Al llegar a la mesa, me esperaba una enorme margarita. 

-¿Qué rayos pasó?-dijo Pepper, mientras miraba mi vestido-¿Quién te hizo eso?

-¡Cálmate! fue un accidente, no pasa nada.

-Me parece que alguien tiene que pagar por el costoso vestido-dijo Bradley-pobre alma. 

Dejamos atrás el incidente y empezamos a beber. Una tras otra las margaritas aparecían en nuestra mesa y lograron que mi cabeza diera vueltas, a pesar de que había logrado olvidar por un momento al chico, el alcohol logró que lo recordara. Sin pensarlo dos veces, fui en su búsqueda. Mis amigos estaban sumidos en su romance, que solamente salía a la vista cuando se pasaban de tragos así que, me levanté de la mesa y empecé a medio caminar medio bailar entre la gente. Al poco rato, pude reconocer el rostro perfecto del chico, que me miraba a lo lejos, aún con vergüenza. Caminé decididamente hacia él, aunque la ebriedad corría libremente por mi cuerpo, me sentía segura y en perfectas condiciones para ir y tener una charla, pero, esa noche aprendí una lección, el alcohol es una maldita perra traicionera. Estando a menos de un metro del chico, sentí como mi estómago se revolvía, no pude hacer mucho, el desastre llegó antes de poder reaccionar. Lo único que recuerdo es, ver los lindos zapatos deportivos del muchacho, manchados por mi apestoso y viscoso vómito, después de eso, desperté en mi habitación. 

Life on the Murder SceneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora