Violet

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Mi estómago daba tantas vueltas, que tuve que cerrar los ojos y esperar a que pasara el efecto nauseabundo. No recordaba cómo había llegado a mi apartamento, pero si tenía en mi cabeza el momento exacto cuando vomité encima de aquel chico. Todas mis cosas estaban en mi mesa de noche, mi celular, mi bolso, incluso mis zapatillas y mi vestido estaban delicadamente guardados en mi ropero. Tenía puesta mi bata de dormir color vino y parecía que hasta me habían limpiado la cara, pues un paño húmedo estaba tirado en mi papelera. ¿Quién había hecho esto por mí? supuse que había sido Pepper, así que tomé mi móvil y me dispuse a llamarla. Cuando contestó, parecía tan desubicada como yo.

-¿¡Qué quieres decir con que desaparecí en medio de la noche!?-dije gritando, mientras me levantaba de golpe.

-Te lo repito, te levantaste de la silla, tomaste tu bolso y te dirigiste al tumulto de gente que había en el lugar. No te presté atención, pensé que irías al tocador, pero después jamás volviste, así que supuse que estabas tan borracha que te habías ido a casa. 

-¡Pepper! ¿Qué clase de amiga eres que no preguntas hacia dónde voy? ¡Claro, estabas tan entusiasmada con Bradley que no se te ocurrió pensar en mí!

-¡Oye! no digas mentiras, solo hablaba con él como siempre-dijo, ignorando mi reclamo.

-Hablaremos de tu romance secreto más tarde, por ahora quiero saber quién hizo todo esto, me aterra pensar que un desconocido me desvistió. Si te quedaste con Bradley, ¿Quién fue?

Hablamos por casi una hora y todos los posibles sospechosos parecían erróneos, ninguno de mis ex novios estaba esa noche en el bar y no tenía más amigos que pudieran hacer eso por mí. Había pensado en la posibilidad de que el chico de sonrisa ladeada hubiera sido el autor de tan amable acto, pero descarté la idea puesto que él no sabía la dirección de mi residencia. Me quedé un momento más recostada en mi enorme cama y decidí levantarme para comer algo cuando de pronto, el sonido de un mensaje de texto me sobresaltó.

¿Todo bien? ¿Qué tal la resaca?

Al ver el destinatario decía: Gerard. ¿Quién rayos era Gerard? Vacilé entre responder el mensaje o llamar, pero al final no hice ninguna de las dos cosas. Me quedé mirando la pantalla por casi media hora, tratando de recordar qué era lo que había sucedido, pero en medio de mis cavilaciones, el timbre molesto de mi móvil sonó estruendosamente haciendo que casi me de un infarto, otra vez él: Gerard apareció de nuevo en mi pantalla, pero esta vez, era una llamada la que me puso los nervios de punta. 

-¿Hola? -Dije cuando me decidí a contestar.

-Violet, pensé que te sucedía algo, ¿por qué no contestaste mi mensaje?-su tono de voz era muy dulce, sonaba algo mayor pero solo por uno o dos años.

-Es que...-preferí no decir la verdad, no quería ofender a nadie-acabé de despertar, no leí tu mensaje hasta segundos antes de tu llamada. 

-¡Vaya!-respondió aliviado-supongo que aún estás en cama, con pijama y sin bañarte.

-Correcto.

-Te daré dos horas y paso por ti. 

No tuve tiempo de responder puesto que antes de poder siquiera abrir mi boca, él ya había colgado. Salté de mi cama en un impulso y me metí a la ducha como alma que lleva el diablo. No sabía porqué razón tenía tanta curiosidad, pero algo me decía, que el chico de sonrisa ladeada estaba más cerca de lo que yo pensaba. Busqué un atuendo decente, no quería arreglarme mucho, así que simplemente me puse mis vaqueros rotos y una blusa con encaje color negro, me sequé el cabello, puse algo de crema en él y me maquillé con lo básico: algo de rímel, delineador y pintalabios color vino. Me dirigí a la cocina y preparé café, al mirar el reloj, apenas había trascurrido una hora desde la llamada, así que mientras esperaba, empecé a ver las fotografías de mi móvil deseando encontrar algo que me diera una pista de cómo había terminado la noche. Encontré solamente fotos de Pepper y Bradley en medio de un apasionado beso y mi cara de ebria en primera plana. Estaba a la deriva. Seguí mirando mi teléfono cuando el timbre de mi apartamento sonó, me levanté de la silla de un salto y me quedé parada en frente de la puerta conteniendo el aliento. ¿Qué tal si era un psicópata y lo había invitado a mi casa? Con precaución, tomé la perilla y abrí lentamente. Me encontré con unos ojos verdes, un cabello medianamente largo y un rostro demasiado perfecto para ser verdad, la sonrisa ladeada apareció poco a poco mientras escudriñaba mi cuerpo y esos ojos brillantes, se posaron en los míos. 

-Hey-dijo, mientras se acercaba lentamente-¿Nos vamos?

Estaba muda. ¡Era él! ahora sabía que su nombre era Gerard y que había sido mi salvavidas. No estaba segura si debía sentirme halagada o avergonzada, hasta que recordé que no usé sostén para ponerme ese vestido. Sentí como la sangre llegaba a mis mejillas y sin pensarlo, cerré la puerta en un acto acelerado. No podía verlo a los ojos, no después de saber que me había visto semi-desnuda.

-¿Violet?-dijo, con precaución-¿Pasa algo?

-¡Es mejor que te vayas!-grité, casi llorando-¡Me avergüenza mucho verte!

-Violet, podemos hablar con más calma si me abres. Te llevaré a un lugar tranquilo. 

-Es que...-no sabía qué decir, sentía cómo las lágrimas se aproximaban y no quería que viera mi desastroso rostro.

-Abre, no me mires si quieres, cubre tus ojos. 

A pesar de que era un idea tonta, lo hice. Puse mi mano sobre mi rostro y lentamente abrí la puerta. Sentí el tacto de su mano sobre la mía y escuché el sonido del portón cerrándose, me guió hacía la sala y me ayudó a sentarme en uno de mis enormes muebles blancos. Sentí el peso de su cuerpo al lado del mio. 

-Sé que no recuerdas nada de lo que sucedió anoche-dijo por fin, después de unos minutos de silencio.

-Recuerdo que te vomité encima-dije, en un susurro mientras quitaba mi mano de mis ojos.

-Lo sé-dijo en medio de risas-después de eso te desmayaste, busqué a tus amigos pero en la mesa en la que estaban, ya no había nadie. Te llevé en brazos a mi auto y esperé a que despertaras. Nunca lo hiciste, así que, busqué entre tus cosas esperando encontrar algún documento que me diera tu dirección y la encontré en una factura de agua. 

-Me desnudaste...

-Bueno, no creas que lo hice con algún propósito...bueno, tu sabes...simplemente que no quería que durmieras con ese incómodo vestido. 

-¿Hicimos algo más?

-¿Te refieres a que si tuvimos sexo?

Asentí y agaché mi mirada, mis mejillas volvían a sonrojarse. 

-No soy fan de la necrofilia-dijo, y logró que lanzara una carcajada. 

-¿Y en qué momento intercambiamos números de móvil?-pregunté, un poco más relajada. 

-Bueno, yo guardé el mío y me llamé, así obtuve el tuyo. Perdón, fue algo atrevido, pero necesitaba un número de contacto. 

-No te preocupes, te agradezco mucho lo que hiciste, si no hubiese sido por ti, quién sabe dónde habría terminado.-lo miré a los ojos después de mucho tiempo sin haberlo hecho y sentí un escalofrío tan fuerte que me hizo estremecer. 

-Por cierto, besas muy bien. 

-¡¿Qué cosa?!-dije, mientras me levantaba de golpe.

-¡Era un chiste!-respondió, mientras lanzaba una carcajada. 

-¡No me gustan tus chistes, Gerard!

-Te gustarán. ¿Nos vamos?

No quise preguntar a dónde íbamos, simplemente, fui a mi habitación, tomé mi bolso y nos dirigimos al garaje, donde nos esperaba su hermoso auto: un Camaro rojo del 78 perfectamente cuidado. Nos subimos y sin decir más, aceleró y nos alejamos rápidamente de New York. 



Life on the Murder SceneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora