Joseph

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El auto olía a tabaco y alcohol. La chica conducía tan rápido que hizo que mi estómago se revolviera, pero no dije nada para no parecer débil. Sentía el dolor de los golpes por todo mi cuerpo así que cada movimiento era una tortura que parecía intensificarse con cada respiro.

-¿Y bien?-dijo la mujer, rompiendo el silencio-¿Cómo te has metido en este problema?

-Creo que no voy a hablar de esto con una desconocida-dije, sin mirarla. Ella lanzó una carcajada que me llenó de ira. 

-Mira, vamos a dejar de lado el orgullo y la actitud de supremacía. Te he observado por un tiempo y sé quién eres. Es mejor que no te hagas el fuerte delante mío porque te conozco más de lo que piensas. 

Sus palabras me confundieron pero traté de parecer lo menos sorprendido posible. Volteé mi cabeza en su dirección y descubrí sus ojos mirándome fijamente. 

-Deberías tener la mirada en la carretera-dije-si no morí en esa pelea, no quiero hacerlo por culpa de una mujer al volante. 

La chica me dirigió una mirada de burla y empezó a conducir cada vez más rápido. Tuve que sostenerme fuerte de mi asiento y aguantar la respiración para no vomitar. 

-Me encanta ver esa expresión de miedo en tu cara-dijo, mientras reducía la velocidad-de esta manera muestras tu verdadera humanidad. 

-¿Para qué me has ''salvado''?-dije, perdiendo la paciencia. 

-Joseph, tu y yo tenemos algo en común y es la sed de venganza. 

-Creo que me confundes con otra persona. Si me conoces tan bien, deberías saber que soy un psicólogo de alta categoría que no va descargando sus sentimientos en cosas tan ridículas como la venganza, además...

-Ya cállate-me interrumpió-deja esa cháchara barata para tus pacientes. Sabes tan bien como yo que has sido lastimado y que te sientes tan humillado que serías capaz de hacer cualquier cosa con tal de recuperar tu preciado honor. 

Debo admitir que la chica tenía algo de razón. Mi odio no había sido despertado desde tiempo atrás, sentía la humillación latente y necesitaba hacer algo con eso pero, no tenía muy claro todavía por qué ésta intrigante mujer estaba conectada a mí.

-Vas a tener que ser más clara. Tus afirmaciones no me ayudan a entenderte.

-La familia Way es una desgracia. Toman lo que quieren sin importar lo que puedan destrozar en su camino, son personas egoístas y mal intencionadas; ambos hemos sido afectados por sus decisiones y no me parece justo que sigan cometiendo tales aberraciones. 

-¿La familia Way?-pregunté-¿Acaso conoces a esos bastardos?

-Créeme que los conozco bastante bien. Prácticamente soy parte de ellos. 

-¿Qué quieres decir?

-Te lo explicaré todo cuando te haya curado esas feas heridas. 

Llegamos a un edificio de dos pisos. Estaba ubicado un sector bastante tranquilo, una zona residencial que la mayoría del tiempo permanecía vacía. La fachada de la construcción era elegante, su color blanco contrastaba a la perfección con los acabados de ladrillo. No se veía luces encendidas, así que supuse que ella era la única persona que habitaba el lugar. La chica dejó su auto estacionado en la calle del frente y nos dirigimos al gran portón que daba a unas escaleras en espiral. Subimos a su apartamento que se encontraba en el segundo piso de la casa, los escalones me resultaron tortuosos puesto que mi cuerpo me dolía más de lo que esperaba, pero logré llegar sin quejarme. Al entrar, el mismo olor a tabaco que inundaba el coche llegó a mi nariz, combinado con un leve aroma a perfume frutal que me hizo hacer muecas de desagrado. El sitio era sencillo pero espacioso. Al entrar, estaba la sala la cual no tenía muchas decoraciones, pero sí había dos muebles color marrón y una pequeña mesa de café que tenía unos cuantos libros sobre ella. La chica caminó rápidamente hacia la cocina y sacó de la nevera un par de cervezas, me ofreció una y se dirigió a lo que supuse era el cuarto de baño, regresó con un botiquín de primeros auxilios. 

Life on the Murder SceneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora