—¡No puedo creerlo! ¡Son todos unos inútiles! —ruge Larissa, hirviendo de furia—. ¿Qué creen que diría Miles acerca de esto?
Los demás Igmis, avergonzados, son incapaces de mirarla a los ojos. Hacía menos de treinta minutos que nos habían abandonado en medio de una batalla a muerte contra un ejército de Sombras, y de no ser porque conseguimos retirarnos a tiempo, pudo habernos costado la vida.
Ahora nos encontramos nuevamente en el último piso del edificio que sirve como tapadera para la base, y algo de lluvia se cuela a través de las ventanas rotas, mojando parte del suelo.
—¿Nadie va a contestar o es que perdieron sus lenguas durante la huida? —gruñe ella, cada vez más molesta—. Espero que estén felices, su cobardía casi nos mata.
Dicho esto, la chica cruza los brazos y arquea una ceja, esperando alguna respuesta por parte de los demás.
—¿Qué? ¿Les duele la verdad? —suspira con pesadez y aprieta la mandíbula—. Como sea, entren al ascensor, será mejor que tracemos otro plan antes de que las Sombras se sigan expandiendo.
Al parecer, soy el único que le hace caso, puesto que solo se escuchan mis pisadas en toda la estancia.
—Lo siento, Larissa. No es nada personal —dice uno de nuestros compañeros. Un chico alto y corpulento—. Pero no podemos ganar esta guerra sin Miles.
Los otros asienten, apoyando sus palabras.
—Estoy fuera, les deseo mucha suerte —agrega, para luego materializar sus alas y salir volando por la ventana.
—Yo también me voy —lo sigue una chica morena de baja estatura—. Tengan mucho cuidado.
—Tienen razón, no vale la pena morir por algo que ya está perdido —murmura una voz masculina.
—Al demonio con todo —lo apoya alguien más.
En cuestión de unos dos minutos, el equipo entero abandona el lugar, y solo quedamos Larissa y yo.
—¿Tú también te irás? —pregunta ella, mirándome a los ojos.
—No tengo adónde ir y lo sabes —replico, negando con la cabeza—. Me quedo.
—Entonces cuento contigo para esto —la chica sonríe, y nos dirigimos hacia el elevador—. Gracias, Jonathan.
—Ahora somos amigos, puedes llamarme Joey —le devuelvo la sonrisa, aunque esta se desvanece cuando la máquina comienza a sacudirse y descender.
Como de costumbre, tardamos un buen rato para llegar a la base, y una vez allí, bajo aliviado de aquel artilugio infernal.
—Sígueme, hay que preparar una estrategia lo antes posible —indica Larissa, a la vez que atraviesa la estancia con paso rápido y se adentra en el estrecho pasillo de piedra—. Por acá.
Acto seguido, abre una de las puertas a los costados y entramos a la habitación. Se trata del mismo lugar donde discutimos el plan con Miles, solo que luce bastante extraño sin la presencia de nuestros otros compañeros.
—Toma asiento. No podemos darle largas a esto, o nos arriesgamos a que se convierta en una misión suicida —dice la chica, dejándose caer sobre una de las sillas.
Hago lo propio y tomo asiento a unos dos metros de ella.
—Te seré sincera, aunque sé que lo que diré no es nada nuevo —pone las manos sobre la mesa y se inclina hacia mí—. Si antes estábamos en una seria desventaja numérica, sea cual sea nuestro proceder, en este momento corremos un riesgo muy elevado de morir a manos de esas cosas.
—Como si el hecho de morir me importara —sonrío—. De no ser por tu interrupción, estaría descomponiéndome bajo el puente de Brooklyn.
—Veo que no lo has olvidado —niega con la cabeza—. En fin, lo que importa es ingeniar una manera de echar a las Sombras de este plano y evitar que lleguen más.
—Estoy de acuerdo, aunque siendo solamente dos Igmis dudo que lleguemos muy lejos —me rasco la nuca—. Y no creo que sea posible traer de vuelta a Miles y a los suyos.
Aquellas palabras parecen despertar algo en Larissa, y en seguida, sus brillantes ojos verdes se abren como platos.
—¡Claro, qué buena idea! ¿Cómo no se me ocurrió antes? —una amplia sonrisa se manifiesta en su rostro—. Estoy perdiendo el toque.
—¿Qué idea? ¿A qué te refieres? —arqueo una ceja, confundido.
—Existe un antiguo ritual para traer a alguien a la vida, pero no tiene una tasa muy grande de éxito, y es complicado de llevar a cabo.
Contempla el vacío por unos instantes.
—En cualquier otra situación lo descartaría, pero esta vez no tenemos más opciones.
—¿Revivirás a Miles?
—No, no funciona en personas que llevan poco tiempo fallecidas. Está hecho especialmente para quienes llevan al menos cinco años muertos.
—¿Entonces a quién vas a resucitar?
—A todos los Igmis útiles que murieron durante la guerra de hace nueve años.
En ese instante, vienen a mi mente varios recuerdos. El secuestro por parte de aquellos dementes, el rescate improvisado, y por último, la explosión que acabó con la vida de Chris, el chico que salvó mi vida.
—Aprovecha para descansar cuanto puedas —sugiere Larissa, sacándome de mis pensamientos—. Mañana por la noche iremos al cementerio.
Canción: The Heart From Your Hate
Banda: Trivium
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Joey
FantasyPoco antes de suicidarse, Joey decide grabar un último vídeo de desahogo, donde cuenta cada una de sus experiencias, e incluso los secretos que tanto había ocultado desde que era un niño. Sus poderes mentales, sus enormes alas negras, su pirokinési...