Presente:
Me veo obligado a parar para limpiarme las lágrimas con el dorso de la mano, y respiro hondo para poder seguir hablando. A pesar de que ya han pasado más de dos años desde la muerte de April, el solo hecho de recordarlo hace que una parte de mí se vuelva a romper.
—Apenas tenía diecisiete —digo con un hilo de voz—. No era justo que se fuera, no tan pronto.
En ese instante, vienen a mi mente muchos más momentos que compartí con ella: las tardes que pasábamos leyendo poesía en el orfanato, nuestro primer beso, nuestra primera vez, y finalmente, cuando aquella hemorragia interna me la arrebató de las manos.
—Aquella tarde, tras salir del cementerio, me conseguí un paquete de cigarrillos tirado en el medio de la calzada y no pude resistir la tentación de llevármelo.
Saco un cigarro de mi bolsillo, me lo llevo a la boca, y lo enciendo gracias a una llamarada proveniente de mi dedo índice.
—Una vez escuché que fumar calmaba la ansiedad, y no puedo negar la realidad de esa frase. Así como no puedo negar que desde hace dos años lo único que pasa por mi cabeza es acabar con todo.
Doy una calada profunda y expulso el humo por la boca.
—También sé que fumar mata, pero es absurdo preocuparse por la muerte física cuando el alma lleva tanto tiempo sin sentirse viva.
Bajo la mirada.
—Probablemente esta sea la última vez que enciendo uno de estos. Al fin y al cabo, dudo que se consiga tabaco en el más allá.
Vuelvo a tomar una gran calada de humo y la expulso hacia el techo de la habitación.
—Si llegaste a este punto del vídeo y sigues sin creer nada de lo que has visto o escuchado, no te culpo —sonrío—. Es normal que me tachen de loco sin siquiera conocerme.
Camino hacia la cámara, y justo antes de finalizar la grabación, agrego:
—Y si te identificas con una, tan solo una de mis palabras, te deseo la buena suerte que nunca tuve. La necesitarás. El mundo es cruel con todo aquello que no entiende.
Una vez que el vídeo se guarda, apago la cámara y la escondo dentro de la única habitación del apartamento, en la parte superior del closet. Acto seguido, me dirijo hacia la puerta de salida y bajo las escaleras del edificio hasta llegar a la calle.
Está anocheciendo, y me doy cuenta de que el cielo se halla cubierto por gigantescos nubarrones negros que presagian una tormenta muy fuerte. Sin embargo, justo ahora solo hay algunas ráfagas de viento, y abrigo la esperanza de que no vaya a llover todavía.
«Está nublado y hace frío, es el clima perfecto para morir», escondo las manos en el bolsillo de la sudadera.
Como es costumbre al salir del callejón en el que vivo, me veo rodeado de enormes edificios grisáceos, y por primera vez desde mi llegada a la ciudad, puedo considerarlos hermosos. Al mismo tiempo que los observo, me abro paso entre la enorme masa de gente que recorre la calzada con paso rápido y sumergida en su mundo.
«¿Cuántos se sentirán como yo?» Me pregunto. «¿Cuántas de estas personas acabarán con su vida el día de hoy?»
Evado a una chica joven de cabello castaño oscuro y que va vestida completamente de negro. Esta avanza con un ritmo monótono, sin levantar la mirada del pavimento, y al leer su mente, descubro el motivo.
«Lamento lo de tu papá», le comunico, y puedo notar cómo se detiene en seco en el medio de la acera. «Espero que puedas seguir adelante.»
La chica se gira en busca del emisor de aquel mensaje, y al no conseguirlo, sigue su camino un poco desconcertada.
Casi hora y media más tarde, logro llegar a mi objetivo: el puente de Brooklyn. Es una estructura impresionante que nunca deja de sorprenderme, y en esta ocasión, servirá para llevar a cabo mis propósitos. A medida que me voy acercando, mis nervios no paran de crecer, aunque ya no hay vuelta atrás. La decisión ha sido tomada.
Llego hasta la baranda con paso lento, y opto por tomarme unos segundos para echarle un último vistazo al paisaje que me rodea: los enormes rascacielos, los vehículos, la gente, la ciudad en sí... Todo se habrá ido cuando salte, ¿y adónde me habré ido yo?
Miles de veces intenté buscar otra solución, una menos drástica, pero fue imposible.
«Solo seré un número más en las estadísticas», pensé mientras escalaba para quedar colgando del otro lado del puente. «Al menos no hay nadie grabando la caída.»
En aquel instante, un relámpago ilumina el cielo nocturno, y veo cómo se desata una ligera llovizna sobre la ciudad.
—Sí, es un buen día para morir —digo, justo antes de dejarme caer al vacío.
Canción: Моё сердце
Banda: Kit-I (КИТАЙ)

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Joey
FantasyPoco antes de suicidarse, Joey decide grabar un último vídeo de desahogo, donde cuenta cada una de sus experiencias, e incluso los secretos que tanto había ocultado desde que era un niño. Sus poderes mentales, sus enormes alas negras, su pirokinési...