34-. Miles

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Sin decir ni una palabra, un chico de mi grupo materializa sus enormes alas negras, abre una de las ventanas más cercanas y sale volando a través de ella. Los demás hacemos lo propio, y una vez que estamos fuera del edificio, permitimos que Larissa vaya a la cabeza de la formación para poder liderar mejor el ataque.

Ya es de noche, probablemente cerca de la madrugada, y una leve llovizna acompañada de viento azota nuestros rostros, haciendo que se nos dificulte mantener los ojos abiertos. 

—Si por cualquier motivo pierden de vista al equipo, solo sigan volando hacia el norte y nos reencontraremos en el objetivo dentro de unos diez minutos —indica Larissa, girándose hacia nosotros—. A mi señal atacaremos.

Asiento a modo de respuesta, a pesar de que estoy casi seguro de que su mente se halla muy ocupada como para prestarme atención, y continúo avanzando a unos diez metros detrás de ella. Debido a las densas nubes que cubren el cielo, la luz de luna es casi invisible, y apenas conseguimos esquivar la estructura de un enorme edificio por cuestión de centímetros.

A continuación, nos acercamos más al centro de la ciudad, y tal como esperábamos, un gran grupo de personas poseídas se encuentra dispersado por los alrededores, a la espera de víctimas que puedan atacar, o en su defecto, poseer. Unos cuantos visten ropa bastante gastada y algunos otros van semidesnudos, con la mirada fija en el vacío. Aunque eso no parece impedir que noten nuestra presencia de manera casi inmediata, y antes de que podamos reaccionar, se juntan debajo de nosotros, deseando que aterricemos para ponernos las manos encima.

—¿Qué se supone que haremos? Son muchísimos más de lo que calculamos —inquiere una voz femenina a mis espaldas.

—Nuestro trabajo, darles la golpiza de su vida —indica Larissa, tronándose los nudillos.

—Creí que solo íbamos a distraer a unos pocos cientos de contenedores, eso fue lo que nos dijeron —reclama un chico delgado a varios metros de mí—. Nadie mencionó nada acerca de llevar a cabo una misión suicida.

—El plan original sigue en pie y no incluye sacrificar a nadie. Solo hay que obligar al enemigo a enfocar toda su energía en este plano. Debería bastar para que Miles y los otros puedan cumplir su parte —responde ella—. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que sacarlos del letargo y obligarlos a luchar?

Sin tan siquiera darnos tiempo para procesar lo que acabábamos de escuchar, Larissa se lanza en picada hacia el centro de los poseídos, para luego dedicarse a repartir golpes en todas las direcciones.

Esa es la señal.

Descendemos rápidamente para prestarle apoyo, y en cuestión de instantes, cientos de manos tratan de agarrarnos y arrastrarnos hacia ellas; por lo que hacemos lo posible para evitar que nos alcancen.

—¡Suéltame, bastardo! —exclamo, empujando a un hombre de edad media con aspecto demacrado. Este trastabilla un poco, y aprovecho para conectarle una patada en el pecho—. ¡Aléjense de mí!

Le doy puñetazos a todo lo que está a mi alcance, y aunque más de uno termina cayendo al suelo y siendo aplastado por los demás, son demasiados oponentes para un grupo tan pequeño de personas.

—¡Ustedes se lo buscaron! —grito, extendiendo los brazos hacia el frente, y de ellos sale una gigantesca llamarada que espanta a los que me rodean.

Para mi sorpresa, estos sujetos no pierden tiempo en evadir el fuego para llegar a mí, sino que dan media vuelta y se abalanzan sobre mi compañero más cercano, haciendo que desaparezca bajo una gran masa de cuerpos.

—¡Ayuda! —suplica una voz grave a mis espaldas—. ¡Vienen más por la otra calle!

Lanzo flamas a diestra y siniestra con la intención de alejar a nuestros adversarios, pero estos continúan atacando sin parar, y más de ellos aparecen durante el enfrentamiento, derribando a otro par de Igmis; quienes también se pierden entre la multitud.

—¡Maldita sea, Miles! ¿No puedes darte prisa? Si seguimos así nos van a matar a todos —grita Larissa, quien ahora tiene varias marcas de rasguños a lo largo del rostro.

Al parecer, sus palabras hacen efecto en el equipo de contraataque, y pronto unos cuantos enemigos caen sobre el pavimento sin que lleguemos a tocarlos.

«Ustedes pueden, chicos», la voz de Miles retumba en mi mente, y a juzgar por las expresiones plasmadas en los pocos rostros familiares que veo, se trata de un mensaje para todos. «Hacemos lo que podemos, pero son diez veces más que la última vez que los contabilizamos.»

De repente, un par de manos frías me toman por cuello, haciéndome perder el equilibrio, y caigo al suelo boca arriba. Solo pasan unos pocos segundos hasta que un hombre alto y con obesidad mórbida apoya sus rodillas en mi pecho y empieza a propinarme fuertes puñetazos a lo largo del torso y la cara. Intento quitármelo de encima haciendo movimientos bruscos, pero este solo gruñe y aplasta mi cara con la palma de su mano. Entonces, una idea viene a mi cabeza.

—Arde, bastardo —sentencio, envolviéndolo en una gran nube de fuego.

El efecto es instantáneo, y mi agresor se levanta aterrorizado. Huye envuelto en llamas, e incendia a los poseídos que lo rodean, causando así el caos entre los suyos.

—¡Fuego! ¡Usen el fuego como arma! —ordena Larissa, lanzándole llamaradas a una mujer de mediana edad.

Los demás obedecen las instrucciones, y aunque logramos encargarnos de decenas de Sombras, siguen superándonos en número. Y por mucho.

—¿Qué se supone que está haciendo el otro equipo? —protesta un chico a unos metros de mí—. ¡No quiero morir! ¡No de esta manera!

«Acabaron con Miles», informa una voz en nuestras mentes. «Está muerto, al igual que casi todos nosotros.»

—¿Qué? ¿Miles está muerto? —chilla una de mis compañeras—. ¿Y ahora qué haremos?

—¡Sigan luchando, imbéciles! ¡Aún no termina! —grita Larissa, derribando a alguien de un puñetazo en la mandíbula.

Sin embargo, ningún Igmis le presta atención, y todos, a excepción de mí, alzan vuelo con rapidez y nos dejan luchando solos.

«No tiene caso. Si no nos vamos van a matarnos», le digo, recuperando algunos metros de altura.

«Malditos cobardes», espeta la chica, antes de huir y abandonar la batalla.

Canción: Raising Hell

Banda: Bullet For My Valentine

JoeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora