18-. Envoltorio Negro

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Todas las tardes, sin falta, iba a visitar a April. Esperaba sentado en las escaleras a que llegara de la secundaria, y entonces entraba a la habitación para pasar las horas restantes a su lado. Hablábamos sin parar de miles de temas, la escuchaba contarme cosas de su nueva vida, e incluso leíamos nuestro poemario favorito juntos.

Sin embargo, no fue hasta después de casi una semana debatiéndome conmigo mismo que al fin tomé la decisión de dejar el miedo de lado, ser honesto con ella y contarle lo que sentía.

—Joey, ¿puedo preguntarte algo? —inquirió April.

—Claro —asentí.

—¿Qué querías decirme en aquel momento?

—¿Cuándo? ¿De qué hablas? —sonreí nervioso. 

—El primer día que nos vimos, dijiste que tenías un asunto que contarme.

—Oh, eso —bajé la mirada—. April...

«¡Dile! ¡Hazlo de una vez! ¿O para qué se supone que viniste a esta ciudad?», gritó mi yo interno.

—Creo que no he sido sincero del todo contigo —articulé con dificultad. Me temblaban las manos.

—¿A qué te refieres? —preguntó, arqueando una ceja.

—¿Recuerdas cuando miraba al vacío y te decía que no pasaba nada?

—Sí, acabas de hacerlo hace unos minutos —respondió ella.

—Pues, sí ocurre algo... y es algo que no puedo seguir ocultando —tomé sus manos entre las mías y noté lo suaves que eran.

—Aún no lo entiendo, ¿de qué estás hablando?

«¡Déjate de rodeos! Vamos por el buen camino», me dije a mí mismo.

—April, estoy loco por ti desde hace un tiempo atrás y este sentimiento no hace más que crecer cada instante que paso contigo.

Un enorme silencio invadió la estancia, nuestras miradas se encontraron, y le dediqué una sonrisa tímida.

«No puede ser, la cagué.»

—Creo que será mejor que me vaya —me di media vuelta y caminé hacia la ventana. No obstante, cuando estaba a punto de saltar hacia el exterior, escuché su voz a mis espaldas.

—¿Es cierto lo que acabas de decir? —se puso de pie y cruzó los brazos—. ¿De verdad lo sientes así?

Asentí a la espera de su respuesta, aunque esta duró una eternidad en salir de sus labios y no fue tan clara como la hubiese deseado.

—Eso explicaría tanto... —dio un paso hacia mí—. Ahora que lo pienso, lo explica todo.

—Si no sientes lo mismo, está bien. No puedo obligarte a hacerlo.

—Es cierto, no puedes obligarme porque ya es así —la expresión neutra de su rostro fue reemplazada por una amplia sonrisa.

—¿Qué? —Mis ojos se abrieron con incredulidad.

—Deja de preguntar y bésame —ordenó ella, acorralándome contra la pared.

Finalmente, luego de tanto tiempo deseándolo, coloqué mi mano derecha en su mejilla, la atraje hacia mí con delicadeza y nos fundimos en un largo beso. Acaricié su largo cabello castaño con mis dedos, tomé su cintura y ella pasó las manos por detrás de mi cuello.

—Estaba reservando mi primer beso para ti —confesó cuando nuestros labios se alejaron unos milímetros.

Un calor indescriptible se manifestó en el centro de mi abdomen y no pude resistir la tentación de hacer que nuestros cuerpos quedaran mucho más cerca. Nunca antes me había sentido de esa manera.

Sin embargo, lejos de intentar apartarse, tal y como temía que sucediera, April metió sus manos por dentro de mi sudadera, y tras ayudarla un poco, consiguió quitármela.

—¿Estás segura? —inquirí, sin obtener más respuesta que una sonrisa pícara.

No tenía ni la menor idea de qué debía hacer ni mucho menos de cómo desvestir a una chica, pero ya no había vuelta atrás. A duras penas pude sacarle la camiseta por encima de la cabeza y desabotonar sus pantalones de mezclilla, todo mientras intercambiábamos besos y caricias.

—Solo déjate llevar —me indicó, bajándome el pantalón y arrojándolo contra la esquina opuesta del cuarto—. Tenemos unas cuantas horas para estar juntos.

Por último, nos quitamos la ropa interior y no pude evitar sonrojarme. Nunca nadie me había visto sin camiseta, mucho menos desnudo; por lo que mi primer reflejo fue cubrirme los genitales con ambas manos, y para mi sorpresa, ella hizo exactamente lo mismo.

Aun así, podía seguir contemplando sus anchas caderas, aquella delgada cintura, y sus piernas definidas.

—Te dejo ver si haces lo mismo —propuse, después de unos cuantos segundos en silencio.

—Hecho —replicó, alzando las manos con lentitud.

Vista al natural era muchísimo más hermosa que de costumbre, y a pesar de no tener un cuerpo atlético, me parecía el espectáculo más fascinante de todos. No obstante, antes de que pudiera hacer o decir algo, la chica salió del cuarto por unos instantes y regresó con algo en la mano.

—¿Qué es eso? —pregunté, dirigiendo la mirada hacia el pequeño envoltorio negro que traía con ella.

—Es lo que evitará que quede embarazada —explicó, abriendo el paquete y sacando algo transparente de textura resbalosa—. Espero que mis padres no se den cuenta de que les robé o van a matarme.

Acto seguido, me ayudó a ponérmelo y se tendió boca arriba sobre la cama.

—Ten cuidado —me miró a los ojos—. Es mi primera vez.

Dicho esto, me posicioné sobre ella quedando cara a cara, y aunque al principio fuimos excesivamente cuidadosos, terminamos haciéndolo con todas nuestras energías.


Media hora después de haber terminado, ambos yacíamos desnudos sobre la cama. La cabeza de la chica reposaba en mi hombro derecho y mis dedos recorrían su cabello lentamente.

—Oye, April —murmuré.

—Dime, cariño —respondió, abriendo los ojos.

—Pensaba en ti, solamente en ti.

—¿Huh?

—Aquella tarde, antes de irte del orfanato, prometí que cuando volviéramos a vernos te diría en qué estaba pensando —sonreí—. Pensaba en ti.

Canción: Closer

Banda: Asking Alexandria

JoeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora