10-. Ayuda II

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Breves instantes después de aquella explosión, un pequeño ejército de personas aladas y uniformadas surcó los cielos y aterrizó en el callejón donde se había llevado a cabo la batalla. 

—Muy bien, Eismis. Es hora de limpiar esta masacre —ladró una voz bastante grave—. Busquen a todo aquel que haya podido ver lo ocurrido y encarguense de borrarle la memoria. Ningún civil debe enterarse de nuestra existencia.

—Sí, señor —dijeron todos al unísono. Unos cuantos salieron volando, aunque el sonido de varias pisadas indicaba que algunos de sus compañeros estaban encargados de completar la búsqueda por tierra.

—Necesito ir a verlo, por favor —sollozó Valentine.

—No, si vamos nos matarán —Joey negó con la cabeza—. Lo mejor será irnos de aquí.

—Por favor, déjame ir a verlo.

—Olvídalo, no hay nada que podamos hacer por él.

—Tiene que haber alguna manera...

—Debes regresar a casa, ¿recuerdas cómo llegar?

La chica permaneció en silencio por varios segundos, bajó la mirada y finalmente respondió.

—No tengo adónde ir.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Mi mamá está muerta, mi tío está muerto, mi primo está muerto y mi padre me odia —sus labios empezaron a temblar—. Y Chris también está muerto.

Una vez más, Valentine se echó a llorar y el niño la observó con impotencia. No sabía qué hacer o decir para consolarla, así que optó por permanecer en silencio como señal de respeto.

—¿Qué voy a hacer ahora? —preguntó ella entre sollozos.

—No lo sé, pero puedes venir conmigo. Algo se nos ocurrirá —respondió Joey, tomándola por la muñeca.

Corrieron calle abajo, tratando de no llamar la atención de nadie y volvieron a pasar por la vía principal con la esperanza de camuflarse entre la multitud. Por desgracia, esta se hallaba casi desierta. A su vez, la leve llovizna se había convertido en un aguacero que apenas les permitía distinguir lo que tenían al frente.

Después de un buen rato avanzando bajo la lluvia, lograron llegar hasta la entrada del orfanato y se refugiaron bajo el pequeño techo que la cubría. El niño le dedicó una sonrisa tímida a Valentine, y cuando ella intentó hacer lo mismo, un par de gruesas lágrimas le corrieron por las mejillas.

—No llores, por favor —suplicó Joey, poniéndole una mano en el hombro—. Vas a estar bien, voy a cuidarte.

—Tú no lo entiendes, él era lo único que tenía. 

Nuevamente, el niño se quedó sin palabras. No estaba acostumbrado a hablar con nadie, mucho menos a este tipo de situaciones; por lo que inmediatamente estiró el brazo y tocó el timbre. Al cabo de unos segundos, la puerta se entreabrió y Charlotte asomó el rostro a través de ella.

—¡Jonathan! ¿Dónde se supone que estabas? Hailey y yo te hemos estado buscando —lo regañó—. Pasa y ve a tomar un baño, por favor. Más tarde hablaremos de esto.

—Espera, Charlotte. Ella necesita nuestra ayuda —replicó él, señalando a Valentine.

—Oh, disculpa mis modales, cariño. No te había visto —la mujer le sonrió con calidez—. Pero no te preocupes, haremos todo lo posible por ayudarte. ¿Cuál es tu nombre? ¿Qué te ocurrió?

—Eve Valentine —contestó la chica, bajando la mirada—. Mi tío, mi primo y mi novio acaban de morir —se mordió el labio inferior para contener el llanto.

—Lo siento muchísimo, Eve —Charlotte tragó saliva y se apartó para permitirles la entrada—. Pasen adelante, voy a prepararte una habitación para que descanses y  buscaré algo de ropa seca. Mañana podremos hablar con más calma.

Dicho esto, ambos cruzaron la puerta y caminaron a través de los largos pasillos grises del lugar con la mujer siguiéndoles de cerca.

—Casi lo olvido —exclamó el niño llevándose la mano al bolsillo derecho del pantalón—. Chris te envió esto —sacó un papel arrugado y se lo entregó.

—Gracias —por primera vez desde que la había conocido, Eve estaba sonriendo—. Te lo agradezco mucho.

El niño le devolvió la sonrisa, se despidió de las dos y se fue a su habitación. 


Joey despertó sintiéndose un poco más descansado, y después de ponerse algo de ropa, salió al comedor con la esperanza de ver a Eve. Por suerte, no fue muy difícil encontrarla. Se hallaba sentada en la esquina más apartada de la estancia, comiendo una ración de tostadas con mantequilla y jugo de naranja.

El niño le solicitó su respectivo plato de comida a los cocineros, se dirigió al área de las mesas y dudó por un momento si acercarse o no a Valentine. Sin embargo, sus miradas se encontraron y en seguida supo que no quería estar sola.

—Buenos días —saludó Joey, sentándose frente a ella—. ¿Cómo te sientes?

—Destruida —respondió la chica, llevándose una de las tostadas a la boca—. Desearía no haber despertado viva.

—En serio lamento lo que pasó, ¿puedo hacer algo para animarte?

—Quizá, ¿puedes devolverle la vida a Chris?

El niño la miró en silencio, suspiró y se dedicó a desayunar mientras pensaba en algún otro tema de conversación. Sin siquiera darle tiempo a que se le ocurriera algo, Eve tomó su plato y se levantó de la mesa.

—Espera, ¿adónde vas? —preguntó él.

—A vestirme para salir a buscarlo yo misma —dijo, antes de alejarse de allí con paso rápido.

—Pero él está... —la chica se dio la vuelta para mirarlo a la cara y Joey no fue capaz de terminar la frase.

—Está esperándome en el bosque y no puedo llegar tarde.

Los ojos café de Valentine reflejaban una mezcla de amor y locura, al mismo tiempo que su mano izquierda se aferraba con fuerza a la última nota de Chris.

—¿Puedo acompañarte? —el niño sabía que dejarla ir por su cuenta era una muy mala idea—. Conozco un atajo para llegar más rápido.

—No, no es necesario. Me sé el camino de memoria.

—¿Y si solo voy a pasear? Prometo no molestarlos.

—Como quieras —refunfuñó ella—. Pero si no te das prisa, iré sola.

—Nada de qué preocuparse —Joey enrolló las tostadas restantes para poder comérselas de un solo bocado—. Estoy listo.

Canción: Dear Agony

Banda: Breaking Benjamin

JoeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora