Epílogo

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Una vez que estamos de regreso en el mundo físico, Larissa y yo nos dedicamos a recorrer el cementerio, viendo cómo los ataúdes que desenterramos se abren desde adentro para dejar salir a sus ocupantes. Poco a poco, estos regresan a la vida, y sus cuerpos empiezan a regenerarse con una rapidez increíble, hasta el punto en el que parece que jamás hubieran muerto.

No obstante, algunos féretros permanecen intactos, sin señales de movimiento alguno, y eso solo puede significar dos cosas: o su portador aún no encuentra el camino a este plano, o nunca lo encontrará.

—Ven —ordena mi compañera—. Revisemos quiénes faltan.

Asiento a modo de respuesta y procedemos a revisar los ataúdes cerrados uno por uno, leyendo los nombres de las lápidas y asegurándonos de que nadie se hubiera quedado atrapado en su interior. 

—Creo que este es el último —digo, llegando a una de las esquinas más apartadas del lugar.

—¿Qué nombre aparece en la tumba? —inquiere Larissa, a unos pocos metros de mí.

—Chris —remuevo las hojas secas que cubren el apellido—. Taylor.

—¿Chris Taylor? —la expresión de la chica cambia por completo.

—Sí, es lo que dice en...

La frase queda incompleta cuando, de un momento a otro, el féretro se ve envuelto en llamas.

—¿Qué demonios? —murmuro con incredulidad.

La madera empieza a consumirse con rapidez, y el fuego crece gradualmente, hasta que, de entre aquellas llamaradas, surge una silueta masculina con dos enormes alas de murciélago en la espalda.

—¿Chris? —masculla Larissa sin obtener respuesta alguna.

La figura camina en nuestra dirección con paso firme y completamente envuelto en llamas. Entonces, para sorpresa de ambos, abre la boca, clava sus ojos amarillos en mi compañera, y pronuncia sus primeras palabras en casi nueve años:

—¿Dónde está Valentine?

Canción: Awake and Alive

Banda: Skillet

JoeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora