Capítulo Ocho: Nuevo socio

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Pedro llevaba a Aldo por las concurridas calles de la ciudad en su auto todavía oloroso. El día estaba soleado y ya casi sería de tarde. Aldo se peinaba desde el espejo retrovisor, preparándose para recibir a su amigo Dixie que lo esperaba en su apartamento. En el camino Pedro se dedicó a hablar sobre lo afortunados que eran ambos y se emocionaba al contar en su mente las cifras de las ganancias que tendría su fraternidad en poco tiempo. En un momento dejó de hablar, le sonrió a Aldo y le dio una palmada en su hombro.

Gracias de nuevo por tenerme en cuenta —dijo Pedro sonriendo.

Aldo miró a su amigo y asintió con la cabeza.

—Sigue así. —respondió.

Después de eso el viaje fue callado. Aldo no era una persona muy conversadora. De vez en cuando miraba al vacío y tenía charlas consigo mismo, no necesitaba estar exponiendo su manera de pensar todo el tiempo. Tampoco le disgustaba la gente que hablaba mucho, claro que, depende del tema de conversación que mantenga con esa persona. Le gustaba tener información de otros, siempre y cuando no se esperara una relación recíproca. Podía tener eso con Pedro en cierta forma, Pedro era un hombre extrovertido e inteligente, no tan peligroso, no tan enajenado como Dixie, pero tampoco inocente. Un buen hombre. A Aldo le agradaba bastante este sujeto. Era interesante escuchar sus análisis e ideas, Pedro podía ser sumamente creativo cuando la situación lo requería, eso lo hacía poder resolver problemas de una manera muy audaz. Aún así, Aldo prefería mantenerse callado, al fin y al cabo, él sabía que el único hombre que valía la pena conversar e intercambiar ideas, era él mismo. Ni siquiera a sus mejores amigos se les había revelado completamente, y así era mejor.

Llegaron al lujoso apartamento. Aldo se bajó del auto y con un simple "Adiós" y un apretón de manos se despidió de su socio. Se dirigió al ascensor de espejos que tanto adoraba, una de las razones por las que vivía allí era esa; el hermoso ascensor de espejos. Miles de "Aldos" se miraban entre sí. Copias exactas de él en todas partes. Encontraba cierto placer culposo en esos espejos, con todas sus propias miradas en él. Llegó al apartamento, salió del ascensor sintiéndose renovado y abrió la puerta. Justo allí en su sala estaba Dixie sentado en el sofá, cuando lo vio entrar, Dixie se levantó y sonrió.

—¿Qué tal, Aldo? —dijo él sonriente.

Aldo se acercó a Dixie y se dieron unas palmadas en la espalda. El sencillo pero moderno apartamento de Aldo, de muebles rojos de cuero, lozas blancas brillantes y persianas color marfil, daban la comodidad de una casa y la elegancia de una oficina. El soleado día se extendía incluso dentro de aquel apartamento, sobre todo por el impecable trabajo de Margarita, quien había terminado su labor y no volvería hasta la próxima semana. Aldo se sentó en el sofá en forma de "L" al lado de Dixie y preguntó:

—¿Vas a ser parte de la fraternidad?

—Claro que sí, Aldo. —dijo sentándose. —Es un honor ser tu mano derecha.

Aldo le dio una palmada en el hombro izquierdo a Dixie.

—Muy bien. Ahora necesito que me prestes atención. Te diré lo que pasará los siguientes días, eso es lo que debemos estar atentos para comenzar.

GRANADA | LA FRATERNIDAD | #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora