Capítulo Veintiuno: Sopa de pollo

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Constanza se encontraba aliviada de que sus padres hayan estado dormidos el momento en que ella había llegado de vuelta a su casa, ya no tenía que aguantar sus gritos, y su hermana, que sí se había dado cuenta de su nocturna ausencia, había prometido mantener el secreto. Asunción ya había recibido las explicaciones de Constanza por su llegada tarde.

 Estaban en el comedor de su casa, almorzando un caldo de pollo mediocre que había preparado su madre. Su mirada de reojo travesaba toda la mesa con una lanza de curiosidad hasta su hermana, ansiosa por saber que hacía en secreto. Asunción no se encontraba segura de que lo dicho por Constanza fuese cierto. La noche anterior entró a su habitación para prepararse para ir a dormir y vio el enredo de sábanas simulando ser el cuerpo de su hermana y por supuesto, se dio cuenta de lo que ocurría. La dulce niña se quedó despierta toda la noche esperando el regreso de Constanza, preocupada de qué le pudiese pasar, y adónde iría. Cuando llegó esa mañana, se hizo la dormida y escuchó como Constanza entraba por la ventana con torpeza y luego se vestía con su pijama. No había llegado en la noche, había vuelto en la mañana, por eso ella sospechaba que se había quedado en casa de alguien a dormir. Asunción se "despertó" unos minutos después de su llegada, el corazón de ambas latía a kilómetros por hora, ya que Constanza esperaba a que su hermana le dijera si habían notado su ausencia, y Asunción, cansada y algo mareada por el sueño, deseaba saber qué había ocurrido anoche con ella.

— ¿A dónde fuiste ayer?— dijo la pequeña estirándose para darle realismo a su actuación.

— ¿Te diste cuenta?— respondió suspirando desilusionada, creyó que su fuga había sido impecable desde que la vio tranquilamente dormida al entrar.

— Sí, fue muy obvio.

— Qué lastima.

Constanza se desarropó y se sentó en su cama. Ahora se debía inventar una historia creíble.

— No intentes escapar a mi pregunta.

— Asunción, fui con mis amigas a un concierto en la ciudad, ellas no compraron mis entradas y me devolví a casa.

—Entonces ¿Llegaste en la noche?

—Sí, tú estabas dormida.

 Ella mentía, pero no quería tener problemas con su hermana mayor, ya Constanza había estado molesta con ella sin motivo alguno. Asunción confiaba en ella. Sin embargo, ¿podría su hermana tener la misma confianza que ella le tiene? ¿Por qué no le dice la verdad? De todas formas ella lo guardaría en secreto ¿Qué habría hecho ella la noche anterior? Estas eran las preguntas que no dejaba de plantearse mientras revolvía su caldo y la miraba con recelo y cansancio.

Su madre estiró sus pies por debajo de la mesa y bostezó sin taparse la boca. Gesto que hacía sólo cuando estaba dentro de casa.

— Están muy calladas chicas, ¿qué han hecho últimamente? —preguntó entre el bostezo.

— Es verdad. —dijo su padre alzando la mirada hacia sus nenas.— ¿Qué tal su nueva escuela?

Constanza rodó los ojos con fastidio al escuchar la palabra "escuela". Asunción se apresuró a decir algo para que aquel gesto odioso de su hermana no acabara en reproche.

— Tengo nuevos amigos.

— ¿Amigos varones? ¡Qué curioso viniendo de ti! —dijo su madre emocionada. — Siempre estabas con chicas en tu otro colegio.

— Estos chicos son más divertidos. No les importa ensuciarse ni hacerse raspones, es más divertido que jugar con muñecas o esas cosas... esas cosas tontas.

— ¿Ellos te dicen que las muñecas son cosas tontas? Es normal que los chicos de tu edad sientan un poco más de rechazo hacia las niñas.

— ¡Es que las niñas también dicen que las muñecas son tontas! Ellas juegan también con los varones. Se pelean en juego, se empujan y corren por todas partes. No les gusta ensuciarse.

Constanza resopló con desgano. El gesto de resoplar le recordó al hombre desmesurado con quien había mantenido relaciones sexuales la noche anterior, y al darse cuenta de ello le produjo gracia; Gracia que sus expresiones disimularon manteniendo una mueca de genuino asco mientras jugaba con la sopa de pollo usando su cuchara.

"Trata de ignorarla, trata de ignorarla"pensaba su madre. ¿Es posible que una madre tema de su propia creación? No, ella no temía, sólo temía del disgusto que pudiese generar al ambiente familiar. Constanza quería que la notasen, y notasen sobretodo su disgusto por el cambio de escuela. No le daría el placer de arruinar un momento con Asunción.

— ¡Qué bueno que hayas hecho muchos amigos! Así puedes descubrir mundos diferentes.

— Yo no diría "mundos diferentes", es el mismo mundo en que nosotros estamos, mamá.

— Asunción por favor no te metas en la misma canasta.— dijo Constanza con odiosidad.

Su padre, que todavía tenía sopa dentro de su boca, se enderezó mirando a Constanza y frunciendo los labios. Ese era el gesto que su madre reconoció como "el gesto de regaño". Antes de que él pudiese decir algo, ella le tomó la palabra como si fuese una beisbolista agarrando una pelota para rematar con el tercer out.

— Las chicas y los chicos siempre serán diferentes. Cada uno tiene su canasta.

— No me refería a eso.— susurró Constanza entre dientes.

— ¡¿Y no te gusta algún chico?! ¿Te parece atractivo alguno?—dijo su madre dirigiéndose a Asunción.

— No, todavía no hay alguien que me llame la atención.

Constanza se levantó de la mesa haciendo mucho ruido, regalándole a la familia malestar y pesadez. Ignorando los ladridos de su padre llamando con enojo a su hija de vuelta a la mesa, se encerró con su caldo de pollo en su habitación dándole un portazo a la puerta, marcando firmemente con este el punto y final de la "civilizada discusión". Su padre furioso con la terrible actitud de su hija se levantó de la mesa de golpe, dispuesto a traer de nuevo a su hija a la mesa.

— ¡No! ya estoy harta de ella, por favor no la traigas de vuelta.— rogó mamá tocándole la mano a su esposo.— No la traigas.

— Y yo también, llevamos una semana entera sin verla y ahora, fin de semana, se aísla y nos trata como si fuésemos basura.

— Déjala que se acostumbre a su colegio y consiga amigas. ¿Asunción cómo le va en la escuela a tu hermana?

El padre de la niñas se tragó su reproche y lentamente, transformando su sentimiento de enojo a una profunda culpa, se sentó.

— Bueno, no está muy contenta, me ha tratado mal últimamente.

— ¿Lo ves, mi amor? Es con todos su malestar. Ya se le pasará, ella se adapta muy bien todo el tiempo.

— Extraño como éramos antes.— declaró el padre de familia.

Esto generó un silencio fúnebre en la sala, donde los tres en sus pensamientos se resbalaron con negación hacia su pasado, a los viejos tiempos donde visitaban la ciudad con frecuencia y todo estaba bien, donde la familia era lo más importante para todos, y los besitos y admiración de las niñas eran tan dulces que valía la pena el cansancio del trabajo, donde la pareja podía disfrutar las apacibles noches, donde la promesa de mudanza a la ciudad permanecía en pie, y el orgullo que Constanza sentía por su familia era demostrado a diario. Ahora lo que los invadía era eso: El aislamiento, la vergüenza, el regaño, los terribles gritos que le causaban ronquera a su padre y acidez a su madre, la preocupación y el angustioso sudor, las deudas y la alcancía vacía, el estrés y la soledad, tener que caminar como vagabundos con sus dolorosos y acalambrados pies por las puertas de cada negocio, preguntando su había algún empleo disponible, pero sobretodo los "no": "Mamá ¿puedo comer otro plato de comida?", "¿Me puedes comprar dos cartulinas para el colegio?", "¿Puedes comprarme este vestido?", "Podemos mudarnos a la ciudad?"... No. ¡Cuán difícil era eso! una vez papá y mamá habían dicho que los protegerían de todo mal y que una promesa debía ser cumplida, ¿qué ejemplo de personas eran ellos? prometiendo lo que no podían pagar, dejando a sus hijas solas toda una semana a la buena de Dios... Ciertamente, Constanza tenía motivos para estar enojada.

La acidez empezó en la garganta de mamá, la mirada ojerosa y perdida de papá lo sumergió más en su tristeza, la sopa de Asunción se enfriaba, sintiéndose culpable al probar un bocado de la misma mientras sus padres sólo comían dos veces al día. La familia no aguantaba más.

GRANADA | LA FRATERNIDAD | #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora