Capítulo Veinte: A trabajar

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Dixie se encontraba en la casa de Aldo, recién estaba llegando, Aldo lo abrazó dándole la bienvenida. Pedro veía a Dixie entrar, él había escuchado las ideas de "limpieza" de Dixie la noche anterior, era una especie de exterminio, él por supuesto no estaba de acuerdo con todas sus radicales ideas, sin embargo no le interesaba estar en contra de él, eso le impediría ganar dinero y no le importaba que matara a quien quisiera, al fin y al cabo ese no era su problema.

El aire liviano de la mañana no había desaparecido y todavía la sensación acogedora invadía la ciudad. Esto le hizo sentir a Dixie de buen humor, estaba ansioso por trabajar y por aprender de Aldo. Desde la reunión con Leopoldo, el amigo del merecido difunto Franco Estañel, había sentido una gran admiración ante su persuasión frente aquel criminal, la seguridad generada y la posibilidad de ganar dinero al matar a los impuros. Esa era su verdadera vocación y se sentía orgulloso de participar de Granada. Allí lo veías hoy, con su espalda erguida y su barbilla en alto, con una gran sonrisa abrazando con unas palmadas en la espalda a Aldo.

— ¿Cómo te va?

— Excelente.

Aldo se separó de Dixie y ambos se sentaron en su sala. Pedro saludó con un apretón de manos al impecable socio. Después de esto Dixie acomodó de nuevo su camisa azul marino para evitar que esta se arrugara. Aldo se inclinó hacia sus amigos y miró a los ojos a ambos. 

— Bueno compañeros, ya ustedes vieron el maravilloso negocio en el que estamos involucrados, tenemos ya empleados que trabajarán con nosotros para ganar dinero. El siguiente paso es hacer lo que yo he dado a llamar: "La protección". Esto ya lo he venido haciendo en la discoteca que asistimos ayer. Les explico, ellos recibirán nuestra protección ya que es una discoteca en asenso y otras fraternidades como la nuestra podrían querer aprovecharse de ellos. Nosotros le brindaremos nuestra protección, si alguien quiere meterse con ellos, se meterán con Granada, claro que por eso deberán pagar un presupuesto semanal. El dueño de la discoteca "Saturno" nos ha puesto trabas para recibir nuestra protección, como puede resultar natural para cualquier dueño de negocios principiante. Ya ayer, con la fiesta que realizamos, fue una advertencia que estoy seguro de que los hizo entrar en razón, cualquier negocio que no desee participar de Granada debe ser eliminado.

— Si no quiere estar con nosotros, estará en contra.— interrumpió Dixie.

— Exacto, eso significa que no está del lado más digno. Granada es digna... Ayer en la noche logramos tener el control de los peones de la anterior organización mal manejada de Franco Estañel y de la discoteca. Dos en uno. Ahora el siguiente paso será nombrar a los Armas Blancas. Los Armas Blancas son aquellos que recibirán nuestras ordenes y supervisarán a cada uno de los departamentos de peones, ellos serán sus jefes, nosotros seremos los jefes de los jefes y Pedro se encargará de esa categoría. Si debemos matar a alguien, nosotros le diremos a Pedro y él se encargará de decirle a los Armas Blancas, los peones serán los que se ensucien las manos.

 — ¿Qué pasa si los Armas Blancas se reúnen contra nosotros?

 — Mientras les pagues a cada uno y no robes, no te pasará nada.— dijo Pedro encogiéndose de hombros.

— Estas personas se manejan por dinero, Dixie. Por eso Granada es una buena organización, debe darle a cada quien su parte, así les enseñaremos a estas personas a hacer el bien por la sociedad eliminando a los que no estén a favor de Granada.

— ¿Cómo nombraremos a los Armas Blancas?

— Pedro los elegirá, dependiendo de lo fieles que le sean a Granada y las ideas que aporten a su departamento.

— ¿Cuáles serán los departamentos? — preguntó Pedro cruzándose de brazos.

— Dependiendo de las actividades que se vayan a realizar, los Armas Blancas deben conocer a su grupo, las debilidades y fuerzas de cada uno de los peones y trabajar desde allí, por eso se divulgará entre ellos el nuevo y mejor pagado puesto, ellos se deben acercar a Pedro y él les podrá pruebas, lo bautizaremos y comenzará su trabajo... Nuestro trabajo ahora consistirá en buscar los negocios, buscar más discotecas, más bares, más supermercados, así adueñarnos poco a poco de cada tienda. Pedro tiene contacto con los peones, él nos dará la información que necesitemos saber. Mientras tanto Dixie y yo decidiremos y daremos las órdenes en casa caso. Escucha a los peones y a los Armas Blancas que elijas.

— De acuerdo.

— Empezaremos con la protección, seguiremos con las actividades que surjan en el camino ideas de los mismos Armas Blancas y de nosotros. ¿Les gusta el plan?

Ambos asintieron.

— Bien, ya cada uno tiene un trabajo qué hacer, deben dedicarle las veinticuatro horas todos los días. Esto no es un juego.

— ¡Aldo disculpa que me atreva a preguntarte!— se apresuró en decir Pedro.— ¿Qué pasó con la niña que se asomó ayer en la puerta?

Aldo se echó para atrás del respaldo de su sofá, aún con cierta esencia de su olor. Dixie levantó las cejas con sutileza, sus ojos claros se clavaron en él, esperando una respuesta ya que a él también le producía cierta curiosidad.

— La llevé a su casa. Hablé con sus padres y les conté lo que había ocurrido, la niña no puede salir por la calle a esas horas.

— ¿Y por qué no volviste?

— Vivía en las afueras de la ciudad. Además, mi trabajo ya estaba hecho.

Pedro se encogió de hombros y Dixie asintió con la cabeza, ya desinteresados del tema.

— ¿Qué haremos con Leopoldo? ¿él en serio se llevará el 10% de nuestras ganancias? Es demasiado para un idiota incompetente como él.

— No Pedro, para la próxima semana lo quiero muerto. Las ganancias de la protección deben estar listas un día antes que su muerte, deben ser elevadas para poder darle un buen bocado a cada miembro de la organización y sobretodo a nuestra Fraternidad.

Los socios se quedaron discutiendo temas de números, quién se quedaría con cuantas partes. Tenían mucho que hacer, muchos lugares que visitar y muchos billetes que contar. Aldo se quedó pensando en Constanza mientras calculaba porcentajes con Dixie. Constanza Torres.

Tres horas después, cuando la reunión hubo terminado, los tres se levantaron y se dieron la mano. Aldo acompañó a sus socios hasta el estacionamiento, Dixie fue el primero en irse en su camioneta blanca. Pedro se montaba en su auto cuando Aldo le agarró de la muñeca y le dijo:

— Tú buscas la información, quiero que mandes a alguien a investigar a la chica que vimos ayer. Que ella no se dé cuenta, quiero saberlo todo de ella. Te enviaré por mensaje todo lo que sé para que partas de allí.

— ¿Para qué?

— ¿Crees que una niña inocente podría servirte de ayuda para averiguar cualquier novedad? ¿Para poner bombas? ¿Para espiar a alguien más?

Pedro sonrió. 

— Sí, buscaré todo lo que me pida.

— Has lo que te digo al pie de la letra y recibirás una buena suma de dinero extra por cada mandado especial que te de, los mandados especiales serán nuestro secreto. 

Pedro se disponía a entrar a su auto, cuando Aldo presionó de nuevo su muñeca, mirándolo a los ojos a través de la sombra que generaban sus pobladas cejas.

— Una última cosa.

Pedro escuchó atentamente las sombrías palabras de Aldo:

— Te tengo otro mandado especial. Se trata de las tres compañeras de clase de Constanza Torres: Esperanza, Nadia y Laura.

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GRANADA | LA FRATERNIDAD | #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora