Capítulo Veintiséis: La nueva mascota

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— Hola Constanza.

Su voz había sonado rasposa, grave, pero nítida como siempre.

 — ¿Por qué me espiabas?

Constanza estaba sentada en su cama, tensa al reconocer la voz, si algo le molestaba era que le invadieran su espacio.

— Tenía que saber que estás de mi lado, que harías algo estúpido.

Con una sonrisa forzada, más parecida a una mueca de asco, respondió ella:

— Por favor, yo estoy de tu lado. No tengo a nadie más en quien pensar. ¿Te gusta que diga eso? ¿Eso era lo que querías que dijera?

— Sí, porque sé que es verdad, niña. No hay nadie que te dé lo que yo te puedo dar. Tu alrededor es miserable.

— ¡Gracias! Si me llamabas para recordarme lo que ya sé, prefiero que no lo hagas.

Constanza mantuvo el silencio, preparada para escuchar lo que él diría. Después  de unos segundos se escuchó el resoplido de Aldo en la otra línea.

— Me encantas.—dijo él lentamente.

Constanza sintió una presión en su garganta, semejante a la presión ejercida al cuello de un perro. Levantó la barbilla para recuperar su superioridad.

— ¿Te gustó tu recompensa? ¿Tus amigas te han vuelto a molestar?— dijo lentamente, en un tono sombrío.

Constanza abandonó su mala actitud al recordar la charla que había recibido departe de la directora de la escuela la semana pasada, explicando la ausencia de Esperanza, Nadia y Laura; explicando lo que era una violación y qué se hacía en caso de una. Recordando la cara de impresión de todos, la cara de preocupación. Una victoria formidable, nadie podía tener el poder de humillarla, su honor había sido devuelto.

— Claro que sí.—dijo sonriendo sutílmente.

— Sabía que sí, hermosa... Fue un poco ruda para mi gusto.

— ¿Tú crees?

— Yo hubiese sido más ligero, prefiero que ellas sepan quién hizo el daño.

— ¿No saben que fui yo?

— Sólo saben que fue Granada.

— ¡¿Por qué no saben que yo hice el ajuste?!

Aldo hizo silencio, y el reclamo de Constanza quedó tendido en el aire.

— ¿Por qué no vienes y lo hablamos en mi auto? Trae las cosas que te gustan.

— ¿Por qué las cosas que me gustan? No tiene sentido... ¿A tu auto?

Constanza se levantó de su cama y vio por la ventana, allí en medio de la noche estaba el mismo elegante auto que la había llevado a la ciudad, espectral, justo frente a su casa.

— Has lo que te digo, niña.

— ¿Y si no quiero?

— ¿Cómo no vas a querer? ¿Quieres conocer cómo acabó tu "ajuste"? No te hagas la dura, tienes cinco minutos.

Constanza obedeció, preguntándose cual sería la recompensa que Aldo le ofrecía.

***

Ella salió por la ventana con su morral del colegio lleno de ropa, con su teléfono y con su maquillaje. No llevaba más nada. Caminó hacia el auto y se subió al asiento del copiloto. Aldo llevaba un traje formal, de saco y corbata. Cuando Constanza notó esto, sintió impotencia al llevar solamente su pijama de puntos de colores Damien Hirts. Ella cerró la puerta del auto y dejó su morral en la parte de atrás. Aldo le tomó la mano y se la besó. Constanza separó de golpe su mano de él.

GRANADA | LA FRATERNIDAD | #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora