S É I S.

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Capítulo séis: La cena.

Pov Kate.

28 de abril del 2011, Londres.

El camino transcurrió tranquilo, nuevamente ella pudo apreciar los árboles y animales por el camino, y estas vez, el ambiente era cómodo. La pelinegra mantuvo su vista fija en el paisaje durante todo el camino, sin decirle palabra alguna a la rubia que se encontraba a su lado, sentía sus manos sudar por alguna extraña razón y las pasó por su vestido, en busca de tranquilizarse. Estaba inmersa en sus pensamientos, tenía muchas preguntas en mente, y la rubia no quiso entrometerse, por lo cual le agradecía el gesto. Habían muchas cosas que la rubia no sabía de su amiga, y aunque había intentado que ella se abriera, aún habían muchas cosas que desconocía. No era por nada, si no que la pelinegra acostumbraba a ser completamente cerrada, y era muy difícil que se abriera a alguien, no después de todo lo que había pasado.

Al llegar al lugar en el que se llevaría a cabo la cena, la joven sintió nervios y deseó que volviese a reanudar el camino, pero la limusina se detuvo, y no pasó mucho tiempo antes de que el chófer les abriera la puerta. Ambas se bajaron y caminaron hasta la entrada del establecimiento, pero la joven caminaba a paso lento, lo más lento que podía. La rubia, a diferencia de ella, caminaba rápido y con emoción. En momentos como ese se notaba la diferencia entre ambas; una era muy reservada y nerviosa, mientras que la otra era muy sentimental y lanzada, no en el mal sentido.

El lugar se encontraba prácticamente en la nada, ya que todo lo que rodeaba al elegante restaurante eran árboles y césped, sin mencionar la carretera que pasaba junto a el. En un intento de tranquilizarse, decidió mirar en lugar; las paredes de piedra eran de colores oscuros, dándole un aire sofisticado, el gran tamaño del lugar la sorprendía, la entrada estaba decorada con diversas flores, pero ninguna le interesaba, y la gran puerta negra en la que se encontraba un joven al lado era de un intenso marrón. Todo daba indicios de que era elegante.

—Bien, aquí solo estarán mis padres y el primo de mi prometido, ya que él vendrá más tarde por cuestiones del trabajo. En otra oportunidad te presentaré a mis suegros —informó la rubia, a favor de la joven. Aunque ella no entendía la razón por la que habían realizado una cena donde sólo estarían la familia de la prometida, el prometido, y su primo...Sin contarla a ella claro está.

Entraron al lugar y las recibió un hombre con traje, éste mantenía la mirada fija en la hoja que reposaba sobre la alta mesa de madera. No fue hasta que la rubia carraspeó un poco que él se dio cuenta de la presencia de ambas. Y sin mirarlas, preguntó;

—¿Tienen reservación? —inquirió el hombre sin mirar a las mujeres delante de él. 

—Si, está a nombre del señor Russell —respondió la rubia despectiva y el hombre tragó fuerte antes de mirarlas. A la joven no le agradó la forma en la que su amiga miraba, como si pensase ella era más que el hombre. Por lo cual apartó la mirada y la fijó en las paredes de color pastel.

—Lo lamento mucho señorita Myers, no sabía que era usted. Pueden pasar —se disculpó el hombre y las dejó pasar mientras mantenía la cabeza baja, parecía tenerle mucho respeto a la rubia. Luego de entrar, la joven siguió a la rubia, ya que no sabía cuál era la mesa. Al final, junto a la ventana, se encontraban los padres de la rubia y, suponía ella, el primo del prometido.

Al llegar a la mesa, toda la atención fue a parar en ambas mujeres; una sonreía como si fuese lo más normal del mundo, y la otra sonreía con nerviosismo. La rubia saludó a cada uno con un beso en la mejilla, mientras que la joven les extendió su mano a cada uno de manera formal, a pesar de que conocía a los padres de la joven.

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