She is the Friend

T R E I N T E N O.

Capítulo treinteno: Final.

Pov Narrador Omnisciente.

Al salir el sol, ya la joven pelinegra se encontraba despierta tomando una taza de café en el comedor, pensando en todo lo que había pasado esos días. La noticia de la enfermedad que padecía el pelinegro les había afectado a todos, pero a ella solo le causaba curiosidad y un gran deseo que ayudarlo, después de todo había tratado con pacientes que padecían el mismo cáncer y muchos de ellos lograron salvarse. Tan solo esperaba que no hubiese subido y que siguiera concentrado en la pierna del joven, así todo sería mucho más fácil.

— ¿Kate? —. La pelinegra volteó al escuchar la voz de la rubia, aún con la taza de café en la mano —. ¿Qué haces despierta a esta hora? —inquirió su amiga.

—Tengo que trabajar temprano hoy, así que madrugué —respondió la joven. La rubia miró a su amiga por unos largos segundos, tratando de averiguar si decía la verdad o mentía.

Al final la joven se rindió, pensando en que quizá la pelinegra tan solo quería pensar con tranquilidad, y mejor sería hacerlo en el trabajo, donde estaría concentrada en sus pacientes pero también podría relajarse sin tener molestias. La rubia se adentró a la cocina para luego salir con una taza de café, estaba caliente y un poco puro, pero le gustaba el sabor en su boca.

— ¿A qué hora volverás hoy? —cuestionó la rubia unos minutos después, fijando su mirada en la pelinegra, quién pensó durante unos segundos, intentando recordar la hora en la que saldría ese día.

—Creo que a las séis, no sé, depende de los pacientes que lleguen, o si alguno no presenta nada —respondió la pelinegra, tomando un sorbo de café para luego saborearlo. Ambas mujeres cerraron los ojos, disfrutando del sabor, a veces eran muy parecidas.

Al rato la pelinegra entró a la cocina y lavó lo que había ensuciado, miró la hora en su pequeño y sencillo reloj de muñeca, y se apresuró en salir para tomar su bolso de trabajo. Antes de dirigirse a la entrada de la casa, le dio un pequeño beso a la rubia en la mejilla, despidiéndose con la mano y saliendo. Se subió en su auto y arrancó en dirección a su trabajo.

La rubia rodó los ojos, había trabajado durante un tiempo en aquella escuela en Londres, pero la puntualidad no parecía ser su fuerte, ya que de tanto llegar tarde a la final terminaron despidiéndole, era inevitable, llegaba demasiado tarde a veces. En aquella escuela fue donde conoció a su prometido, y allí mismo fue donde se formó su relación. Agradecía haber sido contratada como profesora, pues de otra forma quizá no habría conocido al hombre que amaba. No podía creer que el tiempo había pasado tan rápido, ya estaban por cumplir casi dos años desde haberlo conocido, jamás olvidaría los momentos que había vivido junto al castaño, tanto buenos como malos, después de todo una relación no es una relación sin tropiezos en el camino, y ellos habían tenido varios, aún así seguían adelante.

—Hola cariño. —Saludó su prometido para su sorpresa. El joven le dio un corto beso antes de entrar a la cocina y, al igual que ella poco antes, salir con una taza humeante. — ¿Por qué te despertaste tan temprano? Tengo entendido que son a penas las séis y media —se interesó en saber el joven.

Desde que él había empezado a vivir con la rubia, había notado que siempre se levantaba tarde. Por un momentos recordó todas sus llegadas impuntuales a la escuela y los regaños que recibía por parte de director. La estancia de la joven en aquella instalación había sido entretenida, pues entre ambos se aseguraban de reír cada que estaban juntos, su relación sin duda podría ser envidiable, aunque para ellos no tenía nada de especial.

—Tenía un poco de malestar y no lo pude evitar, luego de despertarme no pude volver a dormirme. —Respondió la rubia, tomando un sorbo de café mientras miraba a su prometido. — Luego bajé y me encontré a Kate tomando café, así que decidí sentarme con ella —comentó, provocando que el castaño frunciera en ceño y buscara con la mirada a la mencionada.