V E I N T I N U E V E.

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Capítulo veintinueve: La carta.

Pov Kate.

El funeral fue dos días después de la muerte de su padre. Esa tarde asistieron sus amigos y ella, nadie más ni nadie menos. Al parecer se había repetido la misma situación que con su madre. Las pocas personas que estuvieron presentes se encargaron poco después de hacerle sabes que esa vez no estaba sola. Su compañero de trabajo había asistido también, y en todo momento se mantuvo junto a ella, dándole ánimos.

La tarde estaba nublada, probablemente en cualquier momento llovería. Parecía que el tiempo se sentía igual que ella, triste. Se abrazó a sí misma en busca de calor, necesitaba un poco de tiempo a solas, y estaba aprovechando esos pocos minutos que sus amigos le habían dado. Podía ver como a lo lejos ellos hablaban animados, algunas veces reían o se empujaban en forma de juego. Sería egoísta de su parte querer que ellos se sintieran igual que ella, por lo que en lugar de eso, se sentía feliz por sus amigos.

Ya no se sentía sola, además agradecía los amigos que había hecho y recuperado durante todo ese tiempo. Ya tenía a alguien en quién confiar, bueno, en realidad tenía a varios en quiénes confiar. Al final había quedado en cenar con el pelinegro, el cual le había insistido sin parar, hasta que terminó por rendirse ante su pedido. Necesitaba refrescarse un poco, y lo haría con un buen amigo.

— ¿Cómo estás? —. Inquirió la rubia al acercarse a donde se encontrada parada. Ambas quedaron de pies delante del ataúd donde yacía su difunto padre —. Kate, no te cierres, ¿Sí?

—No me estoy cerrando, Griss. Solo estoy pensando en todo lo que ha pasado durante estos últimos días, eso es todo —aclaró, mirando a su amiga a los ojos, para hacerle saber que decía la verdad.

—Qué cosas, ¿No? —. La rubia soltó un sonoro suspiro, que llamó su atención —. Todo iba bien, ¿En qué momento fue que el drama comenzó? —inquirió con burla. Esbozó una sonrisa divertida.

—No lo sé. —Habló, aún sumida en sus pensamientos. — La vida da muchas vueltas, supongo. Un día estás aquí, y al otro no.

—Kate. —Su amiga volvió a llamar su atención. La miró a los ojos. — Ya te dije que estoy... Estamos contigo. —Recordó, con expresión seria. — Siempre que te sientas mal no dudes en decirlo, nosotros te ayudaremos a seguir. No solo somos amigos, somos una familia —aclaró poco después, apartando la mirada para fijarla en el vidrio del ataúd, aquel que separaba a su padre del mundo exterior.

—Griss. —La rubia la miró al escuchar su nombre. Sonrió de lado, tomando una de las manos de su amiga. — ¿Cuándo pensabas decirme?

La rubia la miró confusa y un poco nerviosa, soltando su mano. Sabía de qué trataba su pregunta, la conocía demasiado bien como para no saberlo. Al final su amiga pareció rendirse, y tocó su vientre por un momento.

—No creí que te darías cuenta —comentó su amiga, sonriendo apenada.

— ¿Cuándo fue? —inquirió, sin apartar la mirada.

—Poco después de salir del hospital, cuando comencé a asimilar el aborto y supe que Charles no me juzgaba. —Confesó la rubia, para su sorpresa. Ya había pasado un largo tiempo desde aquello, quizás más de quince días, no recordaba. — Creo que fue un momento hormonal, no lo sé. Temía que Charles sintiera asco de mí, luego todo dio un giro y terminamos durmiendo juntos. —Comentó, mirando a la nada. — A los diez días comencé a sentirme extraña, y luego de la última vez que tomamos vomité demasiado. El día de tu despedida no quise probar una sola gota de alcohol y decidí hacerme la prueba. Al notar que había dado positivo sentí mi mundo ponerse de cabeza, no podía pasar por lo mismo otra vez, no puedo pasar por lo mismo otra vez... No lo soportaría.

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