Diecinueve.

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—Harry, yo

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—Harry, yo... Firmé un contrato con nuestros padres para darles un heredero en un año. Y, uhm te engañé para que lo firmaras... —murmuro para mí mismo, mientras vuelvo a rodear el espacio comprendido por el salón de la mansión, a la espera de que el cabello rizado de Harry se asome por la puerta.

No tardará y yo aún soy incapaz de idear una manera para confesarle sobre el acuerdo que firmé con nuestros padres y la inminente obligación que tenemos para traer un heredero en menos de un año.

Pero algo dentro de mí me dice, que sin importar cuanto planee mis palabras y el tono que use para decirle aquello, Harry va a odiarme.

Probablemente termine dejándome por romper su confianza. Y como no estamos enlazados, no hay nada que pueda hacer para obligarlo a quedarse.

«Debí haberlo mordido cuando suplicó por ello», pienso, pero niego inmediatamente.

Eso solo habría hecho que el odio de Harry cuando se entere de la verdad aumente exponencialmente. Además, no quería marcarlo bajo las órdenes de nuestros padres.

Frustrado conmigo mismo, aprieto mi mano en un puño, para después golpear el pilar de concreto frente a mí, dándole la bienvenida al pulsante dolor que se extiende por mi brazo, para centrarme de nuevo.

Harry llegará en cualquier momento y yo continúo sin saber cómo decirle sobre el acuerdo.

El aroma familiar del omega llega a mi un par de minutos después—tan embriagador como solo él puede serlo, después de finalmente haber dejado sus supresores—, precediendo a la aparición de su figura frente a mí, sonriendo abiertamente al encontrarse conmigo.

—Hola, Lou —se para sobre la punta de sus pies, para poder alcanzar mis labios y deposita sobre estos, un casto beso.

La ya conocida corriente eléctrica recorre mi cuerpo cuando él me toca y tengo que contenerme de tomarlo contra el pilar que acabo de golpear y sumergirme en su interior hasta que no se sepa dónde acaba él y empiezo yo.

En lugar de eso, acuno sus mejillas en mis manos y beso su frente antes de apartarme un poco de él y de la influencia que su tentador aroma tiene sobre mí.

—¿Cómo estás, pastelito? —cuestiono, recordándome a mí mismo que tomarlo ahora no sería conveniente, ya que los empleados de la mansión podrían atraparnos en cualquier momento.

Y la visión de Harry atrapado por el placer no es algo que esté muy dispuesto a compartir.

—Bastante bien ahora que estoy aquí —responde tímidamente, bajando su mirada avergonzado por mostrar algo de esa vulnerabilidad que tanto me cautiva.

aquiver ; larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora