Inocente, impotente

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Me has roto.
Y ni lo sabes, ni es tu culpa.
Es el problema de amarte
hasta la locura:
que confundí los océanos
de tu mirada
con las cataratas
en mis pupilas
y ni siquiera sabía
que no veía bien.

Yo lo único que pretendía
era conocerte
y acabé esperando ansiosa
tus mensajes
de "buenos días, preciosa",
y un corazón verde.

Hay que ver la de vueltas
que da la vida,
yo escribiéndote esto revuelta
entre lágrimas y sábanas
manchadas
de negro
a las tres de la mañana
y tú ahí fuera,
sin saber que me derrites,
babeando con la de las curvas bonitas
y la sonrisa de Barbie falsa.

Qué bien tienen que arder
su pelo de plástico,
sus tetas de algodón,
sus ojos de silicona,
Y su boca rota
llena del pintalabios rosa
que se puso ayer...

Me llamaban fantasiosa
por soñar que apartabas
tu mirada de "esa"
y te dignabas aunque fuera
a mirarme un poco la boca
antes de besarme por penúltima vez;
Que ya sé que no la quieres
si ese no es el problema,
el problema es que no la amas a ella
pero por mí tampoco mueres,
y llevamos así meses,
con este juego de dentro fuera,
y al final veo que la que pierde
siempre soy yo.

Quizá sea mejor perderme
en la nube de ideas
que vuela de tu boca congelada
tras dar la calada
que te hizo verme
como algo a lo que agarrarte
mientras la otra no estaba.

Quizá le haya puesto a tu cabeza
más precio del que se merece.
Quizá no me convenga
removerte.
Quizá sea
mejor para ti, para mi, para la suerte
salir del bucle constante
de no saber si quererte
matarte,
matarme,
o desear(te)
la muerte.

(¿Y qué mas da, si todo fue un sueño?)

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