Tiempo

28 1 0
                                    

Hace unos meses que llevo
un reloj de muñeca
que tiene por agujas
tu hiriente figura
y mi mutilado cuerpo.

Por creer que puedo darle
a mi antojo un par de vueltas,
un poco de cuerda,
por pensar que están bajo mi control
las manecillas del reloj,
tengo las manos atadas
y la mirada inmutable
hacia el segundero, con tu cara,
que hace conmigo, la horaria,
lo que le place.

Imagina mi impotencia
cuando vi que la que te perseguía
era yo, y que lo que hacías
era poner a prueba mi paciencia
ilusionándome, y yo, como una necia,
pensando que podía
parar cuando quisiera.

Nada más lejos
de la puta realidad.

Yo de ti solo esperaba
un segundo.
Un segundo
para pedir disculpas.
¿Cómo has podido colármela así?
Yo tenía la esperanza
de que al menos la confianza
te diera cargo de conciencia
y has arremetido contra
todo con esa cruel indiferencia
que me pone los pelos de punta.

Soy el juguete de trapo,
la niña de madera
de un manipulador nato,
de un tímido incendiario
listo como el hambre,
que resulta ser un cobarde
mercenario
que pide perdón a sus muñecas
mientras les arranca la cabeza
con sus propias manos.

Crees que no me duele
porque no sangro.

Y ni siquiera te has molestado
en preguntarme.
(Tampoco creo que llegara
a importarte).

¿Te gusta tenerme en tus redes?
¿Cogida del cuello?
¿No dejándome ir?
¿Enjaulada felizmente
creyendo que vendrás a rescatarme?
¿Crees que no puedo
abrir y salir de aquí
cuando me canse?

Pues tienes razón.

Quizá no puedo.
Quizá no quiero.
Quizá tengo miedo.
Quizá no me atrevo.

Igual es que aún te quiero.

No sé por qué, amor.

Quizá sólo era todo cuestión
de tiempo.

InfranqueableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora