Te pillé

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Sé muy bien que encima
de las heridas abiertas
que ya no sangran
hay algunas telarañas
que me enfrían como si quisieran
que me infectara todo
menos el amor.

Y a ti, cómo no,
(qué suerte la mía),
te ha dado por limpiar
con tus labios y tus pestañas
el polvo que me cubre la coraza
y me dejas desnuda
para mirarme e irte de nuevo.

Mi vida, los primeros poemas
que rimaron sin sonar
a poesía, los escribiste tú.
Y ahora no sales de mis versos
como queriendo recordarme
una y otra vez
que estás pero no eres,
que me tocas pero no me sientes,
¡Yo maldigo mi suerte!
Si vas a mirarme
con esos ojos incandescentes,
mírame al menos.

Cupido se cree mi amante
y no me deja estar contigo.
Me esta volviendo loca
el no saber si quieres tocarme,
poseerme, o si quieres verme rota
excusándote sin disculparte,
diciendo que es culpa mía, no de otra
haberme creído bastante
y ser solo otra tonta
que ansiaba verse enredada en tus cables
y ha acabado en el suelo frío.

El cuaderno de esbozos
forrado con fotos nuestras
en las que yo no salgo
y tú no estás mirando.

El estudio del dorso
de tus manos tan tiernas
que yo nunca he tocado
por miedo a hacerte daño.

Y, el final, como tanto otros
se repite en esta historia:
tú, haciendo oídos sordos;
yo, al cielo gritando.

(¿Tanto niño malcriado
y tan poca victoria?)

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