La exrazón

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Está lloviendo.
Hoy será un buen día.

Cada vez que miro las gotas
me acuerdo de que me decías
que me estarías viendo
desde arriba,
aunque no fuera bueno el tiempo,
y que las nubes se parecían
a mis ojos cuando echaba de menos
tus carcajadas, tu rostro, tus botas
rosas.

Me acuerdo de que creía y creías
que la carretera eran solo kilómetros
y que cuando vinieras no serías otra,
serías la cría de pelo negro
que me abrazaba como loca
cuando, por un casual, la vida
nos sorprendía perdiendo
esos momento entre el velo
de la memoria frágil como una rosa,
y te volvía a poner en mi camino desierto
para convencernos
de que en las noches de viento
mirábamos la misma luna extinta.

Quién me diría
que tardamos una vida en vernos
y que algo pasó, y ya no era yo, sino otra.
Ya sé que no fue tu culpa, y sería
inútil pensar que lo hiciste a caso hecho,
pero me quitaste como una pegatina
de las que tanto te gustaban. Me sentía
reemplazable, impotente, y aún siento
ese vacío que dejaste con tu puntilla,
esa mierda que es el sentirse sola,
abandonada, traicionada, vencida.
(Y ni aun con todo tu inmenso talento
podrías imaginarte mi cara de gilipollas).

No voy a mentirte. Te echo de menos.
Quizá sea justo por eso,
cada vez que miro en fotos como reías
(y como me hacías reír, maldita),
no puedo pensar en otra cosa,
que en que por cada vez que te pienso,
por todas las que me arrepiento,
cae una gota.

Hoy será un buen día.
Otra vez está(s) lloviendo.

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