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Jace no podía conciliar el sueño sabiendo que a pocos metros se encontraba Sebastian. Clary le había culpado por la pelea que le había dejado con varias costillas rotas y el orgullo herido. 

Se levantó de la cama para dirigirse con pasos sigilosos hacia la puerta, su única escapatoria era la ayuda de Magnus.

Comenzó a andar por las calles de Brooklyn fundiéndose con las sombras de la noche. Jamás pensó verse en una situación parecida. En una situación normal, el  hermano de Clary no debía producirle celos pero esta no era cualquier situación. Aquel nephilim no era uno cualquiera, era un hijo de Lilith, una deformación de la naturaleza angélica de los Cazadores de Sombras que portaba runas que no comprendían en el Libro Gris.

El portón del piso de Magnus estaba a pocos metros. Jamás había querido ver al brujo con tanta urgencia. 

"¡Has visto la hora que es!"  respondió un somnoliento Magnus al abrir el portón de entrada. 

Miró a Jace con preocupación, Alec le adoraba y se comenzaba a percatar de que Galletita lo hacía también. Era tan impulsivo y temerario siempre dispuesto a dar su dosis diaria de sarcasmo amargo. Aquella noche sin embargo, no había trazo de ironía en su mirada. Sus ojos brillaban con lo que parecía temor. Esperaba atento al siguiente movimiento que ejecutaría pero permanecía inmóvil en la entrada de su casa.

"Necesiro tu ayuda Magnus" le confesó con la voz rota una vez se recompuso y recuperó la compostura.

No necesitó nada más para llevarle al salón, sentarse a su lado y ofrecerle un whiskey con hielo. Permaneció en silencio unos instantes más hasta que se armó de valor para confesarle al brujo lo que este ya sospechaba. 

"Temo por Clary, sé que no es de mi incumbencia pero ella lo es todo para mí. Sebastian... no me fío de él, es demoníaco, malvado y presiento que esto va ha acabar mal." suspiró sonoramente. "Necesitó tu ayuda Magnus, necesito que me ayudes a demostrarle a Clary que Sebastian no es de fiar."

Magnus temía que su visita fuera a acabar tal y como acabó aquella noche. Comprometiéndose a hacer un conjuro que llamaría la atención de la Clave por el aprecio que le tenía a aquellos Nephilims.

"Puedo intentar algo" susurró de manera casi imperceptible. "Tomé prestado el Libro Blanco cuando ayudé a desarticular a John Shade pero no será sencillo."

Jace le dedicó una mirada que le hizo saber lo mucho que se lo agradecía. Se levantó del sofá, se colocó la chaqueta y abandonó la estancia sin prononciar ninguna otra palabra. La única prueba de su visita era la copa vacía que había abandonado tras sí en la chimenea. 

Una estela azul abandonó la mano derecha del brujo, sus ojos ámbar se  iluminaron notablemente mientras se levantaba del sofá y se dirigía a la cama donde lo esperaba la única persona que le hacía perder el norte, Alec Lightwood. 

Morgenstern   |A.U|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora