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En los suburbios de Brooklyn, otro rubio se lucía en peleas. Sus puños y su cuerpo funcionaban como secuencias predeterminadas, sus movimientos mecánicos  le ofrecían un necesario escape de la desaparición de Clarissa. Cuando peleaba, sus pensamientos se disipaban en la adrenalina de la lucha; en determinar el ángulo del brazo de ataque, la posición horizontal de los nudillos y el impacto final que tantas veces le había conseguido la ansiada victoria.

Podía sentir la mirada de desaprobación que le lanzaba Alec desde la barra. Su parabatai siempre conseguía aguarle la diversión y esa noche no iba a ser diferente.

"¿Hay algo merecedor de mi tiempo que quieras decir Alec?" su sarcasmo impregnando el ambiente.

"Ya sabes lo que pienso, no necesitas que te lo recuerde Jace" 

El peso que cargaba Alec sobre sus hombros era visible. Ojeras se había asentado bajo sus ojos azules haciéndole aparentar unos años de más. 

"Nunca pensé que el líder del Instituto de Brooklyn se mordería la lengua" su intento de provocarle no dió fruto, había aprendido cuando ignorar las rabietas esporádicas del rubio.

La preocupación que sentía el menor de los Lightwood le proporcionaba un refugio contra el dolor. Mañana se cumpliría dos años del asesinato de Max y no quería que la tristeza le azotara de nuevo. Había sufrido su muerte en olas de dolor. Recordándole la mirada dulce de un niño que no pasó de los nueve años, de aquel niño de ojos grises que se aferró a la vida casi tan fuerte como se aferró a su soldado de juguete, de aquel niño que Sebastian le arrebató de las manos. Si algo tenía claro Alec era que no dejaría que muriera otra persona inocente a manos de Sebastian, no si podía evitarlo.

"Jace tenemos que irnos ya. Izzy nos espera fuera, el portal de Cardiff ha sido utilizado"


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Siento muchísimo el retraso, volveré a publicar el viernes que viene. 🙈


Morgenstern   |A.U|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora