II

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"Ahora todo era claridad.

Mi paleta de colores había cambiado. Todas esas melancolicas tonalidades grisencas ahora florecian, convirtiéndose en vivios colores, gracias a ti, mi amor."

Dejé el libro en mi mesita de noche, exausto de ver tantas letras, que por escasos momentos se juntaban entre ellas solo para hacer que perdiera la cabeza. Me senté en la orilla de mi cama, observando un punto fijo de mi habitación, mientras reflexionaba como todo sería si estuviera él.

Porqué hacía años, mi abuelo me había regalado ese libro, pero nunca lo llegué a leer ni lo abrí para hechar un vistazo, solo lo dejé tirado en una esquina de mi habitación sin importancia, cosa de la cual me arrepiento hasta día de hoy, cinco años después de su muerte.

Él, mi mejor y más apreciado amigo, me animaba cada día a ser mejor y superarme a mi mismo, asegurandome que algun día llegaría tan lejos, que incluso las estrellas estarían a mi alcance. Pero no creo poder tocar el cielo con mi mano, aún que la alze e intente alcanzarlo, es imposible para mi, otro humano roba oxígeno.

En un instante mi alarma sonó, apartando mis ensoñaciones de mi hueca cabeza y devolviendome a mi realidad. Me levanté de la cama, haciéndola chirriar estruendosamente y salí con un notable cansancio.

Mi recorrido por toda la casa fue entre suspiros, cosa merecida por andar despierto toda la noche, pero eso nadie debia saberlo.

Cruzé el salón, encontrando a mi hermana Kim Hye, más conocida como grano en el culo, la cual me saludó con una sonrisa burlesca, característica de ella por las mañanas.

― Buenos días.

Sin embargo, sus buenos días fueron ignorados por mi, quedandose en el aire, porqué esa traidora no era merecedora de escuchar mi armoniosa voz.

― He dicho buenos días.

Me amenazó pero me dió igual, era mejor ignorar y no dirigirle palabra.

Nunca más.

― ¡¿No me contestas?! Eres un maleducado con tu pobre hermana, eres un...

No llegué a escuchar todas las barbaridades que iba a lanzarme, porqué me fuí, cerrando la puerta de un portazo.

Realmente no quería escuchar lo que debía decirme, la odiaba por ser una traidora.

[...]

Me estaba congelando de frío y todo por culpa del bus.

Por unos instantes me había asustado, pensando que llegaba tarde, sin embargo eran las seis y a mi parecer, no había ni un maldito bus circulando.

Metí mis manos en los bolsillos, porqué realmente iba a convertirme en cualquier momento en un cubito de hielo, cosa que aún no deseaba.

Un chico, seguramente de mi edad, se acercó a mi, también congelandose de frío.

― ¿Estás esperando al bus?

"No, estoy esperando en convertirme en un muñeco de nieve."

― Sí.

― Ah.

El chico asintió y se alejó unos metros de mí, cubriendo totalmente su rostro, cosa que no entendí exactamente el porqué.

Unos minutos más tarde llegó el tardío bus, abarrotado de personas, como siempre. Y obviamente, el chico y yo subimos a él.

La teoría del color ➸ VkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora