I

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Un niño, de tan sólo unos siete u ocho años andaba por los oscuros y poco transitados barrios de Daegu, un tranquilo barrio de día, pero terriblemente peligroso de noche.

Su acelerado corazón no dejaba de bombear cada vez más rápido por el miedo. Sus pequeñas manitas estaban hechas puños, mientras que su aliento era contenido a la espera de llegar deseoso a su destino.

― Vaya, vaya, ¿qué hace un pobretón como tú aquí?

Agachó la cabeza, aguantando las lágrimas tan bien como sus ojos le permitían. Y en un acto de valentía, apretó fuertemente sus puños, preparándose para cualquier ataque.

― ¡Responde cuando te hablan, inútil!

Agarró al chico por la camisa, zarandeándolo sin compasión alguna, escupiendo cada sílaba pronunciada. El chico, sacando toda su fuerza a flote, empujó al borracho lejos de él, repugnado.

Abrió su boca, pero la volvió a cerrar, no podía ni formular un monosílabo, entonces ¿para qué molestarse? Moriría como un vil cobarde, como realmente era.

― ¡Me estás hartando! ―el hombre dio otro trago a su bebida, manchando su desgastada camisa, observando fijamente al chico que tenía delante.

Para él era repugnante el hedor que llegaba a soltar ese borracho de poca monta, y sin contar esos estruendosos gritos, hubiera dado lo que fuera para que las tornas cambiasen y él fuese el parlanchín. Vio como el hombre se acercaba aún más a él, tambaleándose con cada paso que daba a la vez que tropezaba con sus propios pies.

"Inútil" formuló su cabeza en un instante.

― Veo que los niños de hoy en día no respetan a ―hipó― sus mayoresss ―finalizó, arrastrando las últimas sílabas―. Creo que será mejor educarlos como en la vieja escuela.

El borracho bebió toda su botella como si de agua se tratase y la tiro a un costado del callejón sin salida en donde se encontraban, importándole poco donde fuera a parar. Intentó volver a agarrar al niño de la camisa, fallando en el acto, haciendo que se tambalease. El niño aprovecho su distracción, y como alma que lleva el diablo, corrió hacia la salida, dejando al atontado hombre ahí tirado.

Una vez cuando hubo salido, regresó a su casa, no sin antes ir a comprar el pan, como le habían ordenado. Al llegar a casa nunca contaría que había sucedido, y es que eso era habitual en su día a día, ser tratado como basura, como simple escoria, ya que era cierto.

Él solo era escoria.

La teoría del color ➸ VkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora