VII

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El chico me observó con vergüenza, cosa que no logré entender. Anduve hacia él, con paso rápido. Tenía demasiadas preguntas de por qué estaba ahí o de su estado.

Se hallaba con los ojos inyectados en sangre, cristalizados por las lágrimas que volvían amenazar en salir. Su nariz estaba taponada e intentaba quitarse los mocos con su manga, mientras que con la otra secaba con fuerza sus lágrimas.

Todo en él temblaba, igual que la primera vez que me habló, mientras se aferraba fuertemente a sus rodillas.

― ¿Que te ha sucedido?, ¿estás bien? ―interrogué con inmensa preocupación.

Él negó y las lágrimas empezaron a brotar de nuevo.

Me apresuré a acercarme e intentar consolarlo, aunque no sabía cómo, nunca fui de dar ánimos. Me agaché para estar a su altura y, con la única idea que me vino a la mente, le acaricié con suaves toques la cabeza.

― Eh... Tú.

― Jungkook ―musitó

― Eso, Jungkook, debes decirme que te ha pasado, sino no te podré ayudar.

Posé mi vista en sus marrones ojos. Él también me observó, pero de inmediato bajo la mirada, aferrándose aún más a sus rodillas. Pero aún así pude observar su rostro, pudiendo ver que su ojo derecho empezaba a emanar un violáceo morado en él.

Sujeté con preocupación su antebrazo y le ordené con la mirada, que me mirase también.

― Jungkook, ayúdame a ayudarte, por favor. ―rogué ante su atenta mirada.

Él asintió dudoso y entreabrió los labios para empezar a contarme en susurros.

La teoría del color ➸ VkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora