VI

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Al parecer, extrañamente hoy, la suerte me sonreía.

Me desperté más pronto de lo habitual. Está bien, me había desvelado, pero eso no importaba. Luego, a la hora que debía pasar el autobús, ¡este llegó temprano! Al fin habían cambiado de conductor por uno más joven y fácil de intimidar.

Como buen ciudadano, le di dos besos, en medio de una gran cascada de lágrimas para finalmente sentarme en un sitio disponible. Y sí, ese pobre chico se quedó totalmente rojo y avergonzado. Solo espero no haberlo asustado tanto como para que deje el empleo...

Y para rematar, ¡llegué puntual! A mi modo, sí, ¡pero llegué!

Inclusive el director se asomó desde su despacho sin poder creerlo. Vi como se le saltaban algunas lágrimas, para después ver en su totalidad su blanquecina persiana.

Sonreí y sostuve mi mochila como todo un chiquillo. Mis manos apretaban fuertemente los tirantes mientras mi rostro reflejaba total felicidad y, es que sí joder, por un día la vida me sonreía.

― Creo que le preguntaré la lotería a ese gato malhumorado y compraré el boleto ― canturreé en mi silla a la espera del profesor.

Cuando casi toda la clase, excepto YoonGi, se hubo llenado, el profesor abrió la puerta. En lo primero que vi en él es que clavó su mirada en mi pupitre, seguramente esperándolo vacío. Pero no hoy maldito profesor que me suspende por una milésima, ¡hoy no!

― Buenos días profesor ―sonreí como el gato de Cheshire, enfrentando su mirada.

― B-buenos días Kim ―saludó asombrado.

Volvió su vista al frente, masajeando levemente el tabique de su nariz para creer que no le jugaba una mala pasada su cabeza y ahora viese fantasmas, pero no, hoy YoonGi no había asistido a esta, así que por más que quisiese no los vería.

La materia transcurrió con tranquilidad. Mi compañero de al lado rara vez me hablaba, por no decir nunca de los jamases, y mi mejor amigo NamJoon no había asistido, así que nada. Solo me quedó resignarme a dormir con los ojos abiertos (técnica que había aprendido gracias a mi buen amigo Min YoonGi), simulando estar atento.

[...]

Para la suerte que hoy me sonreía, en medio de la clase de historia (que por cierto, era un tostón) el timbre había sonado, anunciando que había un incendio en la institución.

Todos los alumnos hicieron filas y siguieron a los profesores a la salida. Hicieron el recuento en el patio, descubriendo que YoonGi se había quedado en el aula dormido y fueron a por él, regañándolo injustamente, como decía él. No obstante, YoonGi fue amonestado por haber insultado/escupido a un profesor para, posteriormente, huir al igual que un vil cobarde (aunque lo atraparon con gran facilidad, no corre muy rápido).

Y finalmente, para fortuna de muchos, las clases concluyeron.

[...]

― ¡No puedo creer que me hayan expulsado una semana! ―bramó con indignación YoonGi. Pateó, otra vez, una lata que se hallaba en el camino hacia la parada de autobús.

― Has escupido a un profesor... ― recordé, igual que la inexistente consciencia de este bobo integral.

― ¿Y qué querías? Me estaban regañando por algo injusto. ―se puso de morritos, idéntico a un pato-gato, mientras fruncía el ceño. Se cruzó de brazos con gran indignación.

― No es injusto que te regañen por quedarte dormido, por quemarte si hubiese sido real y no un simulacro... ―enumeré ensanchando mi sonrisa cuadrada―. ¿Continúo?

E infantilmente me sacó la lengua, sin poder objetar nada de lo que yo había dicho. Me lanzó su bolsa, que a duras penas pude sostener, y empezó a correr como un crío.

― ¡Te aseguro que lanzo tu bolsa por aquí y me voy! ―amenacé falsamente. Soy mala persona, pero no tanto como para hacerlo. Además, le habían dado tarea para hacer esta semana de expulsión y no sería yo una razón para que no la pudiese hacer.

Al no percibir respuesta por su parte, y sabiendo que me estaba ignorando, rodé los ojos negando por su actitud, extrañamente, infantil. Y como buen amigo, me apresuré a alcanzarlo trotando, llevando conmigo mi bolsa y la suya. No obstante, me detuve al escuchar unos sollozos provenientes de un oscuro callejón.

Solté las bolsas y, con el corazón golpeándome con fuerza el pecho, me adentré temiéndome lo peor.

― ¿Hay alguien ahí? ―demandé tontamente. Sí, se escuchaban sollozos, se podía percibir que había alguien, mas yo pregunté, igual que en las películas de terror.

Los sollozos, ahora en un sonoro llanto, aumentaron. Yo me dirigí cautelosamente, dando silenciosos pasos hacia la misteriosa persona, descubriendo quien era el responsable de ese quebrado llanto.

― ¿Tú...? ― Interrogué desconcertado.

La teoría del color ➸ VkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora