V

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― ¡Despierta Kim TaeHyung! ¡llegas tarde!

Abrí abruptamente los ojos, levantándome como podía para vestirme.

― ¡Deprisa Kim TaeHyung!

Mi hermana dio unas cuantas palmadas para que fuera aún más rápido, cosa que hice, porqué si llegaba otra vez tarde me expulsarían por unas cuantas semanas.

Me vestí y me fui como alma que lleva el diablo hacia la parada de bus. Como hoy llegara tarde, en serio que mataba al conductor, lo juro.

[...]

Como era de esperarse, el conductor llegó con un retraso descomunal y ahora llegaba una hora tarde, pero por suerte tenía la esperanza de que mi mejor amigo YoonGi me esperase en la puerta. Sin embargo, esa cara de gato no estaba.

Entré arrastrando los pies, porqué sabía lo que me esperaba, una hora con el maravilloso director (nótese el sarcasmo) para que me diera la típica charla de no llegar tarde, ser responsable y blablá. En serio que cansaba bastante.

Subí las escaleras, al igual que un preso a punto de ser fusilado. Y finalmente llegué, a las puertas del infierno. Antes de llamar di un suspiro, porqué sabía lo que me esperaba ahí adentro; un hombre medio clavo que me iba a gritar como un poseso, enrojeciendo hasta realmente preocuparme por su estado, mientras me tiraba pequeños salivazos a la cara, sin querer, claro.

[...]

Salí de la institución como un zombi, seguro, y es que hacía una horrible cara.

No había dormido lo suficiente ese día, solo unos insignificantes minutos, y encima perdí mi bus regular y tuve que ir en otro, llegando una hora tarde y como no, encima tuve que aguantar dos horas de una charla del director, aunque ya me la sabía de pe a pa, pero daba igual, él se empeñaba en repetírmela.

Crucé la gran puerta principal y a lo lejos vi a una señora recostada en una de las paredes con unas grandes gafas de sol, pero hoy no hacía sol, más bien estaba empezando a caer unas gotas de lluvia.

Cuando estaba pasando por su lado, me agarró con fuerza del brazo, clavando sus afiladas garras en mí.

― ¡¿Pero que hace señora?! ―intenté soltarme sin hacer mucha fuerza, porqué me daba pena lastimar a una mujer de unos cincuenta años.

No soy un animal.

― Oye niño, ¿cómo te llamas? ―bajó sus gafas, como las viejas de mi barrio cuando les contaban un cotilleo y me miró bastante interesada.

― No le pienso decir cómo me llamo, es una desconocida. ―fruncí el ceño y ejercí mucha más fuerza que antes, esta mujer ahora sí que me estaba molestando.

Volvió a tomarme del brazo, insistiendo en que le dijera mi nombre.

― No, no le pienso dar mis datos personales, vieja pedófila.

Me deshice de ella y me fui corriendo a parada de autobús, que gracias a mi maravillosa suerte quedaba bastante lejos.

La teoría del color ➸ VkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora