Parte sin título 4

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Esos eran los pensamientos que tenía Ayame, mientras intentaba desenredar un poco el asunto:

—Bien, Inuyasha es nuevo, habla de una apuesta, así que de haberla hecho con alguien sería...— solo fue cuestión de atar ideas y listo... —¡Miroku, claro!, ¿quien más que el pervertido ese? Ahora lo único que tengo que hacer es mantenerme al tanto, saber exactamente qué y cuándo planea hacer las cosas— de verdad creía que había tenido suerte de haberse enterado del asunto —. Si todo sale bien, adiós al amor que Koga siente por ti... Kagome— en su rostro se veía una sonrisa torcida, muestra del desprecio que sentía hacia su amiga.

Kagome llegó apresuradamente a casa, por suerte su pequeño hermano había preparado la comida, algo que agradeció, pues ya eran las cinco de la tarde y le pesaba el hecho de que su hermano estuviese sin probar alimentos.

— Vaya Sota, esto está realmente delicioso— le dijo comiendo un poco de la comida.

— ¡Verdad que si hermana!— sonrió de gran manera, le gustaba ayudar a su hermana en cuanto pudiera.

— Si, creo que podrías llegar a ser un gran cheff— lo aduló.

— No, no eso no es cierto— rieron pues ambos sabían que no era para tanto.

«Pobre Sota, se esfuerza mucho por ayudar, de verdad tengo suerte en tener un hermanito como él» pensó Kagome, con los ojos medio cristalizados.

— ¿Estas bien Kag?— preguntó preocupado, pues le parecía que iba a llorar.

— ¿Eh?, si claro, no te preocupes, bien ahora a terminar de comer, pues tenemos deberes que hacer, ¿cierto?— mencionó con una sonrisa sincera.

— ¡Cierto!— contesto con gran entusiasmo y se dispusieron a terminar su comida.

Una vez finalizada, Kagome solo lavó los trastes y medio recogió la casa, pues su mamá, aunque cuando ellos estaban presentes, evitaba salir para que la vieran mal, si hacia el aseo de la casa en su ausencia, no era tan descuidada como parecía, simplemente estaba muy lastimada por el hombre al cual le entregó los mejores años de su vida, y no podía evitar el hecho de salir y comprar botellas de vino para embriagarse, cada noche.

— Mamá... ¿te encuentras bien?— preguntó Kagome como todos los día, tocando la puerta de su habitación. Más no tuvo respuesta. Por lo que decidió entrar.

— Mamá... mira nada más en qué situación te encuentras...— le dijo sumamente triste, al ver a la mujer que le dio la vida, que los cuidó a su hermano y a ella, siempre de una forma muy cariñosa y con una gran sonrisa, porque así era como la recordaba Kagome; ahora ahí estaba su linda madre, sufriendo por culpa del hombre que se dice su padre. No pudo evitar que una lágrima rodara por su rostro. — mamita, levántate por favor...— le pidió llorando quedamente, — mami, levántate...— volvió a pedir ahora intentando levantar a su madre del suelo, ya que hoy había comenzado a beber desde temprano y a esa hora ya se encontraba inconsciente, seguramente ni siquiera había probado bocado, ya que el desayuno que le dejó estaba intacto.

Como pudo la llevó los metros que faltaban hasta colocarla en su cama, y arroparla para que durmiera tranquila, así como ella lo había hecho años atrás. — Duerme bien... descansa mamá— le susurró y besó su frente, para inmediatamente salir de la habitación, quedando está alumbrada solo por una pequeña lámpara.

— ¿Está bien?— preguntó Sota, al ver salir a su hermana de la habitación de su madre.

— Si, si claro, ella está bien, de hecho, me dijo que dormiría temprano, así que no hagas mucho ruido que necesita descansar, me pidió que te diera un beso y que te digiera que te ama— Trató de confortar a su hermano que se veía triste.

Mi razón para sobrevivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora