Parte sin título 31

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Todo se sentía distante, percibía sonidos, seguramente voces, pero no alcanzaba a comprender lo que decían, sentía que la tocaban, ya no había dolor. Intentaba reaccionar pero no podía abrir los ojos, «Bankotsu» Su respiración se aceleró al recordarlo, ¿cómo se encontraba? Tuvieron que haberlo salvado. Hizo un esfuerzo por moverse, pero su cuerpo no respondió, la desesperación invadió su ser, volvieron las ganas de llorar, la angustia, el deseo de verlo, de saber que estaba bien, que seguía vivo.

Había pasado un día completo, Kagome ni siquiera lo sintió, la habían mantenido sedada pues por su situación necesitaba reposo. En ese lapso de tiempo su madre había conseguido un permiso para salir de su estadía en la clínica en la cual se encontraba.

Los rayos en tonalidades naranja del sol, que anunciaban la muerte del día, se colaban entre las cortinas de esa ventana en la habitación donde poco a poco la azabache lograba abrir sus ojos. Tanto su madre, como su tía y la propia Sango, se encontraban a la espera de ese momento.

—¿Kagome? — preguntó preocupada su madre que desde que llegó no se había separado de su lado.

—¿M-mamá? ¿q-que...? — mencionó con su boca seca, sentía esa necesidad de ver al ojiazul. Siempre pensando primero en él que en ella misma.

—Tranquila, Kagome. No hables... todo está bien— trató de tranquilizarla inútilmente, las noticias para ninguno de los dos eran buenas. Y no sabía si era el momento de que se enterase.

—No, mamá, ¿cómo está Bankotsu? ¿dónde está? Necesito verlo — dijo presurosa logrando sentarse, ni la pequeña cantidad de anestesia que estaba ingresando a su cuerpo por esa delgada sonda conectada a su brazo, logró evitarle el dolor que sintió al incorporarse. No le importó.

—Kagome, no está bien que te levantes — ahora quien habló fue Sango, viendo que la azabache trataba de levantarse de la cama, mientras Nahomi intentaba inútilmente detenerla.

—Sango, ¿cómo está? Está bien ¿cierto? ¿está aquí? ¿en dónde?— hablaba cada vez más desesperada de que nadie respondiera a una sola de sus preguntas.

—Está aquí, en el piso de arriba— mencionó con poco ánimo.

—Él... no está bien— dedujo casi sin voz y con la vista momentáneamente pérdida, reconociendo en el tono de voz de la castaña esa verdad. — ¡Debo verlo! — mencionó decidida arrancándose la sonda y empujando ligeramente a su madre para abrirse camino, apenas había dado unos pasos cuando la puerta del cuarto se abrió.

—¿Qué es lo que sucede? — escuchó una ronca y desconocida voz —¿Acaso no comprendieron que la señorita no puede hacer esfuerzo, mucho menos caminar? — preguntó molesto su médico observando a la madre y la tía de Kagome intentar detenerla.

—Lo sabemos es solo que ella— se apresuró a responder Hitomiko.

—Vuelva a la cama, por favor— pidió con un tono frio, pero amablemente.

—Usted es médico, por favor dígame ¿cómo se encuentra Bankotsu? El joven que venía conmigo— preguntó viendo fijamente al hombre de edad avanzada y encanecido pelo.

—Según informes del médico que los recibió en urgencias, ambos venían muy mal... a usted la atendí yo, y al joven lo pasaron al piso de arriba. Estuvo en cirugía. No tengo mayores informes, lo siento. Ahora vuelva a la cama, necesito revisarla.

—¿Qué? ¡No!, yo tengo que verlo... saber de él.

—Le aseguro que no saldrá de aquí hasta que yo la revise— sentenció el médico, tomándola del brazo y guiándola a la cama sin obtener mayor resistencia.

Mi razón para sobrevivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora