CAPÍTULO 2

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"Cualquiera puede ver tu dolor. Puedes hablar conmigo ya que estamos solos. Puedes mostrarme tu corazón"





Joel recordó haberse sentado frente a la televisión y ver las noticias. Era la primera vez que tomaba atención. Lo que capturó fue la imagen de una cuerda rota que colgaba desde un ventilador. "Un niño se había suicidado"

A esa edad —diez años— Joel no entendía por qué alguien querría matarse, en realidad él no entendía nada.

Hasta ahora que su único deseo era morir.

"Somos muy desgraciados de vivir la vida" Fue su primer pensamiento desde el día que vio que algo andaba mal en él. Cuando le diagnosticaron cáncer sintió que su cuerpo caía en un abismo sin fin. No demostró su dolor —una costumbre— Su vida siguió normal hasta que la noche iniciaba y el infierno le daba la bienvenida.

Va a morir.

¿Qué más da?

Descansaría de la cruel realidad.

Soltó un suspiro pesado y miró el techo de la habitación; en eso se basaban sus días: Despertar, sentirse débil e inútil, tener una porquería de desayuno en su estómago, ver televisión por unas pocas horas ya que hasta eso le prohibían y ver la ventana a un costado que daba justo a un parque de juegos.

En conclusión, su vida se basaba en ver a personas disfrutar de su libertad, algo que él mismo se privó.

Era medianoche, no podía conciliar el sueño. De repente la puerta de su habitación se abrió lentamente dejando ver a cierto doctor recién llegado.

—Te ves un poco nervioso — observó Joel con recelo.

Éste se sobresaltó, no se había dado cuenta que Joel se encontraba despierto —Vi una película de terror con Christopher. Nunca, nunca, nunca más en mi vida.

Ew, Christopher — hizo una mueca.

—¿Problemas con él? — cuestionó Erick, torpemente se acercó al otro.

—Lo detesto.

—Oh... — masculló, no quiso indagar más. De todos modos, a él no le incumbía —. Traje cerezas — mostró una pequeña bolsa.

Y Joel sonrió.

Compartieron las cerezas en silencio por unos minutos. Una que otra vez tenían una pequeña conversación.

—Me gustan las cerezas — comentó Joel.

Erick suspiró no creyendo lo que estaba a punto de decir —Prometo traerte más... Son buenas para el cáncer.

—Y... ¿Por qué siempre rondas por aquí a medianoche?

—¿Qué?

—Tengo buen oído, y bueno, no eres muy silencioso.

—Me gusta dar una última vuelta para ver si esta todo en orden.

Y cinco minutos después Joel volvió a hablar.

—¿Acaso eres gay?

—...

—...

—¿Qué es esto? ¿Las veinte preguntas? — murmuró haciendo un mohín lo que fue gracioso para Joel.

—No lo tomes a mal. Las enfermeras están todo el día hablando de ti, y ya se sabe que no has tenido pareja.

—Ellas qué saben — se cruzó de brazos con un leve puchero.

—Pareces un pato — rio —, un pato feo.

—Eres malo — dijo y el otro nuevamente rio.

—Lindo sonrojo.

—Suficiente Pimentel — atacó alejándose unos pasos. Antes de abrir la puerta nuevamente se giró retomando su postura seca —. Mejor duérmete porque mañana vendré temprano. 



muerto || joerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora